6.
19 de Noviembre
Querido diario:
Ahora sería un gran momento para tener una amiga con quien debatir esto. No sé qué pensar. Me refiero a que, sé que soy nueva en todo esto... lo que sea que es. ¿Acaso estamos en el territorio de "amigas"? ¿Es posible ser más que amigas incluso sin ser amigas? Si esta cosa, sea lo que sea, es nada, ¿entonces por qué mi estómago aún se siente tan vacío?
Supongo que creí que había algo más detrás de lo que compartimos el otro día. No besas a alguien en la forma que ella lo hizo sin sentir nada, ¿no?
Quizás lo imaginé. Quizás el sujetador ha estado ahí por unas cuantas semanas. No parece para nada que limpie su habitación. O... no, soy una idiota. ¡Es lencería! Por supuesto que significa lo que sé que significa. ¿Debería tan solo preguntarle?
Pero la forma en que me miró. Y me besó. Y me tocó.
No puedo sacar de mi mente sus ojos azules. Cada vez que cierro los míos, veo los suyos. Me abro en ellos con tan intensidad. Argh. Esto es una locura.
Me pregunto a cuantas chicas ha invitado a su recamara. Probablemente yo era la siguiente concursante en su lista. No puedo creer que me enamoré de una chica así. Tan estúpida.
Ahora tengo que sacarla de mi cabeza. Debe ser sencillo, ¿no?
¡A quien engaño!
¿Cómo deja de gustarte alguien? ¿Puedo por voluntad propia olvidarla?
¿Cómo olvido sus labios? ¿O su toque? ¿O como sus ojos parecían estar recordando cada uno de mis rasgos? ¿Es posible volverla a ver y no romper en llanto?
Creo que no quiero.
***
Lágrimas se derramaron en las páginas que escribía. Entre más las limpiaba, parecían caer mucho más. Finalmente, me rendí. Preguntas sin respuestas inundaban en mi mente, generándome más confusión. Mi estómago serpenteo en una bola apretada. Colocando mi diario a un lado, tome el bote de basura. Vomite hasta que me ardió el pecho.
Fuego y hielo quemaban mis venas. Recogí mi diario y lo lancé desde mi cama. Después de que golpeó contra la puerta, me arrepentí de haberlo arrojado. Esperé unos cuantos segundos, esperando que mi madre no viniera, preguntando si estaba bien. Cuando no vino, colapse con mi cara sobre la cama.
Mi almohada demasiado mojada por lágrimas, así que le di la vuelta y lloré hasta que el otro lado estuviera igual. Ninguna cantidad de llanto iba a limpiar el rechazo.
En mi mente, repetí la tarde. ¿Qué tal si no hubiera entrado? ¿O ido arriba? ¿Por qué quería organizar su cuarto? Aun estaría esperanzada con la falsa suposición de que se preocupaba por mí. Así no habría preguntas incomodas.