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Después de la cena, nos trasladamos a la sala donde un fuego ardía en la chimenea de piedra. Una manta, rodeada de almohadas yacía en el suelo. Valentina apoyó algunas hasta un extremo y me tiró hacia abajo junto a ella, envolviéndome en sus brazos. Me quité las zapatillas y las arrojé en la esquina con sus botas.

Dejó un rastro de besos desde debajo de mi oído a mis labios y recostó su nariz en mi cuello. Yo reí y me recosté contra las almohadas.

Los dedos de Valentina bailaban arriba y abajo de mi brazo.

—¿Cómo estuvo?

Sacudí la cabeza.

—Estoy... estoy sin palabras.

Valentina acarició el costado de mi cara. Inclinó su cabeza y jugó con mis labios, tirando hacia atrás cuando yo quería más.

—Hmm —susurró—. Vamos a mantenerlo así por un tiempo, ¿de acuerdo?

Me reí y atraje su cabeza hacia abajo hasta que yo estaba besándola. Sus manos se deslizaron sobre mi cara, deslizándose por mi cuello y costado. Pasé mis dedos por su espalda y luego a través de su cabello. Rompió el beso y empezó a mordisquear mi oreja. Su gemido suave en mí oído agitó las mariposas en mi estómago.

Sus dedos se tensaron sobre mi cadera. Se quedó allí por un momento y luego se trasladó de nuevo hasta mi desnudo hombro. Sus labios revoloteaban por mi piel hasta que llegaron a la correa de vestido. En su camino de regreso a mi boca, sentí la punta de su lengua deslizándose sobre mi cuello. Un pequeño gemido se me escapó. Valentina se detuvo y me miró con una sonrisa sensual adornando su rostro.

—Ohh, eso me gusta.

Se inclinó, su lengua jugando contra mis labios. Ella no me besaría de nuevo, a pesar de que yo lo anhelaba. En cambio, se sentó, trabándose en mis ojos.

—Juls, yo no quiero volver a dejarte ir. —No reconocí la emoción escondida en lo profundo detrás de su iris. ¿Deseo? ¿Tristeza? ¿Amor?

En respuesta, me extendí, pasé mis dedos por su pelo y tiré de ella hacia abajo, agarrando su labio inferior entre los míos. Ninguna de las dos notó al Dr. Carvajal de pie en la puerta. Se aclaró la garganta. Mis ojos se abrieron de golpe, y mis manos cayeron a los costados. Valentina no se inmutó. Se tomó su tiempo finalizando el beso. Entonces guiñó antes de volver su atención a su padre.

—Me llamaron del hospital —dijo—. Tengo que ir.

Valentina asintió.

—Las carreteras están poniéndose resbaladizas. No es seguro llevar a Juliana a casa esta noche.

Algo desconocido se propagó a través de mi cuerpo. ¿Estaba diciendo lo que pensaba que estaba diciendo?

El Dr. Carvajal continuó. —Ya he llamado a sus padres. Ella se va a quedar aquí esta noche.

Con amor, JulianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora