25.Valentina estaba en la cama junto a mí, sus dedos deslizándose de arriba hacia abajo en mi brazo. Sostuve su otra mano con fuerza contra mi pecho, besándola cuando necesitaba sentirme más cerca de ella. Era el primer día de abril y una tormenta rugía en el exterior de las ventanas. Pero no era nada comparado con la rabia dentro de mi cuerpo.
Todo dolía. Mi cabeza se sentía como si fuera a estallar en cualquier momento, y mi estómago giraba como un remolino en una espiral descendente al fondo del océano.
Apenas había hecho mi primer torneo de golf del año antes de colapsar en los brazos de Valentina. Me trajo a casa inmediatamente y me llevo a la cama. Luego llamó a mi padre. Eso fue hace dos días.
Me desperté varias veces en medio de la noche con sueños que asustarían a un zombie con una ametralladora. Cada vez, Valentina me sostenía con más fuerza, susurrándome palabras reconfortantes en mi oído hasta que se me pasaba el miedo.
Después del último, no quería ir a dormir.
—Valentina —dije, mi voz temblando.
—Está bien. Solo fue un sueño.
—¿Me llevarías a la ventana? Quiero ver el amanecer.
Valentina besó mi sien.
—Si eso es lo quieres.
Se deslizó fuera de la cama. En el momento que llegó a mi lado de la cama, me las arreglé para sentarme un poco. Deslizando sus brazos debajo de mí, me levantó y me llevó hasta el asiento de la ventana. Con Valentina detrás de mí, me incliné contra ella. Me envolvió en sus brazos donde me sentí segura, donde nada, incluso la muerte, podría llegar a mí. En los primeros rayos de luz, la paz se extendió sobre mí y me envolvió en un relajante sueño.
Esa noche cuando me desperté estaba de regreso en la cama, y los temblores se habían detenido. Haciendo una mueca, me doy la vuelta para enfrentar a Valentina. Tenía una mirada lejana en sus ojos. Acaricié su mejilla y deslicé mis dedos sobre sus labios.
Su mirada se dirigió a mí, una sonrisa comenzaba a formarse.
—¿En que estabas pensando? —murmuré.
Una sombra nubló su iris.
—En nada.
Envolví un mechón suelto de su cabello en mi dedo.
—Hmm. Mentirosa.
Se rio entre dientes
—Sí. Me olvidé de eso.
—Ahora tienes que decírmelo. —Chupando su labio inferior entre sus dientes, dudó—. Me encanta cuando haces eso —susurré.
Sofocó una sonrisa.
—Papá dice que si... si un donante no aparece pronto, que —hizo una pausa, haciendo esa cosa con el labio de nuevo—, uh, que habrá solo unos pocos días hasta...
Dejó caer su cabeza, y apretó sus parpados cerrados, conteniendo las lágrimas.
—Hey —levanté su barbilla—, ábrelos.
Revolotearon abiertos, dos zafiros llenos de dolor brillando por la humedad.
—Todo estará bien —insistí.
Valentina negó. —Tú no sabes eso.
—Claro que sí. —Besé sus labios, pero no lo devolvió.
Por un segundo, me pareció ver los rostros de Elena y sus hermanos en sus ojos. Solo cuando por fin ella había empezado a lidiar con sus muertes, la marea había regresado de nuevo. Cuando me enamoré de ella, la muerte no había sido una opción. Ahora, eso me estaba desmoronando.