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31 de Enero

Querido diario:

Por una vez, quiero ser una chica normal de diecisiete años. No quiero pensar en el cáncer o tratamientos o donantes o... si. Quiero que mis mayores preocupaciones sean cosas como el próximo examen de historia el cual olvidé estudiar, por qué mi novia no me ha invitado aún a el baile de San Valentín, y si realmente el director y la nueva profesora de música lo hicieron en el sofá de la oficina del consejero.

Me reí al ver la expresión en el rostro de Valentina cuando le dije que tenía escuela mañana. Era tan adorable la forma en como levantó su ceja y enroscó su labio superior. No estoy segura si entiende mis razones.

Le dije que tiene que volver también, y que espero verla caminar sobre el escenario en mayo recibiendo su diploma. Hizo un gruñido lindo pero estuvo de acuerdo, eventualmente.

Mamá y papá están tratando de actuar con normalidad. "Tratando" es un término tan vago. En el cajón del escritorio, encontré una nota de mamá en la cual escribió todas mis comidas favoritas, postres, y restaurantes. Tengo que amarla, creo que esa lista es para los próximos meses. Me pregunto lo que pensará papá sobre freír nuggets de pollo para la cena más de una vez al año. Lo siento, papá.

Papá permite que Valentina se quede todo el tiempo que quiera, lo que por supuesto significa toda la noche.

Dormimos en el sofá de la sala anoche, y cuando la alarma del teléfono de Valentina sonó, ella, papá, y yo comimos juntos el desayuno antes de salir para el trabajo y la escuela.

¡Ah, la vida es perfecta!

***

—¿Cómo estuvo tu día? —Valentina preguntó. Se sentó a mi lado en la mesa de la cocina con un enorme sándwich.

—Ese sándwich es como dos metros de alto —dije, arrugando mi nariz.

—¿Quieres morder?

—No estoy segura de si eso es posible.

Valentina movió sus cejas y metió la comida en su boca.

—Cualquier cosa es posible.

—Al parecer. —Tomé un sorbo de mi batido de proteínas—. La escuela estuvo bien. Hay una nueva chica que quedó asignada como mi compañera de laboratorio. Ella parece agradable.

—¿Agradable?

Suspiré, descansando mi barbilla en un puño.

—Ella se sentó a mi lado en toda la clase, pero trabajamos en el laboratorio por separado. No estoy segura si incluso se dio cuenta de que estaba ahí. Cuando me despedí de ella después de clase, ni siquiera me miró.

Con amor, JulianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora