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24.

Cuando sonó el despertador, los brazos de Valentina estaban a mí alrededor. Ella gimió y golpeó el reloj, silenciándolo.

Mi cabeza no se sentía como una roca. Una pequeña porción de alivio se apoderó de mí. Era extraño, sin embargo.

Esperaba que durara un par de días como el resto de mis dolores de cabeza. Me moví en la cama, frotándome las sienes. La falta de claridad se mantuvo.

—¿Valentina? —Le di un codazo—. Despiértate.

Uno de sus párpados se levantó.

—Sí, estoy despierta.

—Hora de golf a las nueve, ¿recuerdas?

Su otro párpado se abrió de golpe.

—No tenemos que hacerlo hoy, Juls. No después de anoche.

—Me siento bien. ¿Por Favor? Quiero ir.

Deslizó la palma de su mano sobre mi mejilla.

—Tal vez deberías tomártelo con calma hoy.

La miré, y ella volvió a gemir, frotándose el sueño de los ojos.

—Bien.

Le di un beso.

—Gracias.

Cuando giré mis piernas por un lado de la cama, Valentina me tiró de espaldas hacia ella.

—¿Dijiste que te sientes bien esta mañana?

—Ningún dolor de cabeza.

Una sonrisa apareció en su rostro. Sus manos se deslizaron bajo la parte de atrás de mi camisa, levantándola por encima de mi cabeza. Me acerqué, y me besó con más fuerza.

***

Era el día perfecto para golf en el Country Club. Valentina se mostró terca en alquilar un carro a pesar de que yo insistía en caminar. Ganó, por supuesto, y pretendí molestarme por ello.

—Pasa tu primero —dijo, moviendo sus manos frente a ella.

La estudié con desconfianza y agarré mis palos. Después de poner mi bolsa de color naranja en el suelo, miré por encima de mi hombro.

La cabeza de Valentina se inclinó y tocó con sus dedos nerviosamente el capó del carrito.

Suspirando, acomodé mi bola y tomé unos cuantos swings de práctica antes de retroceder. Me gire para ver a Valentina, quien me dio un pulgar hacia arriba. Preparándome, golpee, viendo mi bola hasta que rebotó en el fairway.

Valentina camino detrás de mí.

—Bien, bien. Supongo que sigo yo, ¿eh?

—¿Necesitas algunos consejos? ¿Un curso de actualización? Porque, quiero decir, no quiero sacarte mucha ventaja.

Valentina saco un palo de golf de su bolsa y se acercó a donde yo acababa de hacer uno de los mejores tiros de mi vida. Una sonrisa maliciosa se extendió lentamente por su cara.

—Creo que puedo manejarlo.

Retrocedí con las manos en mis caderas, tratando de contener una sonrisa.

A partir de sus golpes de práctica, nunca habría adivinado que no había jugado en años. Su estilo era perfecto.

Se acercó, se concentró e hizo un swing.

Los dos vimos como su bola se elevó en el cielo en un arco perfectamente recto. Con mi boca todavía abierta, Valentina se acercó a mi lado.

—¿Cómo te gustan las manzanas? —susurró en mi oído.

Con amor, JulianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora