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La mañana de navidad después de que cumplí seis, recuerdo estar apresurándome escaleras abajo en nuestra casa en la ciudad que vivíamos antes, ansiosa por abrir los regalos bajo el árbol. Mi emoción, sin embargo, me jugó una mala pasada esa vez.

A medio camino, pisé justo sobre el dobladillo de mi vestido, tropezándome y cayendo directo al pie de la escalera, rompiéndome el tobillo.

Tuvimos que pasar la mañana en la sala de emergencias y, una vez en casa, necesité ayuda para abrir los regalos. En ese momento, juré que nunca pasaría otro día en el hospital.

Esta mañana la alarma me despertó antes del amanecer.

Me tambaleé hasta el sillón en mi ventana y me acurruqué ahí. A medida que el sol emergía por el horizonte. Echándome hacia atrás contra mis almohadas y envolviendo la manta alrededor de mis hombros, me encogí en una bola y simplemente disfruté del momento. Hasta que mi madre llegó a despertarme, no me di cuenta de que me había quedado dormida.

—¿Está todo bien esta mañana, cariño? Pensamos que ya estarías abajo.

—Me siento genial, mamá. Sólo un poco somnolienta. —Estiré las piernas hacia un costado, dejando la manta apretada alrededor de mí—. ¿Qué hora es a todo esto?

—Las once.

—¿En serio? —Solté la manta—. ¿Me he perdido de algo?

Mamá se sentó junto a mí.

—Por supuesto que no. —Me abrazó de costado y besó mi sien—. Tómate el tiempo que necesites, y baja cuando estés lista.

Justo cuando mamá cerró la puerta tras de sí, mi celular zumbó. Me apresuré hasta mi mesa de noche y desbloqueé el teléfono que se encontraba sobre ésta. Existía solo una persona que me escribiría la mañana de navidad.

[Valentina💕]
Feliz Navidad! Te extraño con locura.

[Juliana]
Te extraño más.

[Valentina💕]
Te veo esta noche

[Juliana]
No puedo esperar.

Me vestí rápidamente y encajé mi celular en el bolsillo trasero de mis jeans. No queriendo revivir la navidad de cuando tenía seis, bajé por las escaleras a paso normal, aunque por dentro me moría por ver los regalos.

Mis padres estaban sentados en el sofá, tomando su café. Un plato de galletas y otro de minisalchichas descansaban sin ser tocados sobre la mesita de café, junto con una taza llena de caliente café para mí.

—Buenos días, bella durmiente. —Papá me pasó la taza y me senté en el piso—. Media de crema, justo como te gusta.

—Gracias —murmuré, ignorando la expresión de disgusto que puso, y me llevé la taza a la boca. Dejé que el líquido remojara mis labios un momento, como si el calor perteneciera a Valentina.

Con amor, JulianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora