Capítulo 28: Beso de amigos

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—Significa... que me gustas mucho. O sea, muchísimo. Y me gustaría que ese beso hubiera sido el principio de algo. No el final.

RAINBOW ROWELL (FANGIRL)

 Las ventajas de haber nacido en una familia acomodada, con un padre que ganaba millones cada mes —Cuando él se fue y mi madre se enfermó, nuestra economía empezó a ser una montaña rusa en picada, sin oportunidades de ascender— y una madre que ens...

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Las ventajas de haber nacido en una familia acomodada, con un padre que ganaba millones cada mes —Cuando él se fue y mi madre se enfermó, nuestra economía empezó a ser una montaña rusa en picada, sin oportunidades de ascender— y una madre que enseñaba a tiempo completo, era que nos podíamos permitir viajar a cualquier lugar.

Mi primera vez en avión fue a los tres años. El vuelo tardó más de cuatro horas ya que Handtown está cerca a Phoenix, la ciudad más cálida de Arizona —Pero, al contrario de Phoenix, el clima es templado, con temporadas de frío y calor, pero no tan drásticas, ni tan insoportables. Un paraíso primaveral— y nuestro destino era Orlando, la famosa ciudad de los parques temáticos.

Y no recuerdo nada de ese viaje, es obvio, era una bebé; pero lo que sí tengo y siempre tendré en mente era la sensación que tuve al volar sobre todas las ciudades como una gran ave. Me sentí poderosa, como si tuviera al mundo en la palma de mi mano y el tener a mis padres uno a cada lado me dio seguridad. Cosa que me haría falta ahora.

Y unos meses después hicimos el que sería nuestro último viaje como una familia unida, fuimos a Francia. Quedé completamente enamorada de cada rincón del país, incluido el acento, las personas, su comportamiento y esto se intensificó cuando puse un pie en la ciudad del amor, París.

Lugar que, de una manera extraña, se apegó a mí casi como una droga, casi como dos polos opuestos que sin importar el tiempo nunca dejan de atraerse el uno al otro; y cada que intentaba evocar los recuerdos felices, las primeras imágenes siempre eran las mismas: Mis pequeños zapatos caminando por unas baldosas de madera, mis manos palpando las texturas de las paredes con suma atención, mis ojos observando las miles de caras, las miles de vidas, los miles de recuerdos deseando desentrañar cada uno de estos y mi nariz olfateando el peculiar olor del asfalto, de las personas y de la felicidad.

Porque la felicidad se puede oler en las grandes sonrisas, el sol ardiente, los dulces olores de la comida, los cafés mañaneros, las tartas horneadas y la brisa fresca que me empujó hacia atrás e hizo que tomara la mano de mis padres, los cuales me alzaron uno a cada lado y me balancearon como si se tratara de una película.

Una bastante positiva, romántica, aunque con un triste final.

Después de regresar se desataron todas las tragedias de la familia, mi rostro alegre fue remplazado por una triste expresión y para recordar esa época de felicidad decidí practicar mi francés, invertí dinero en mantener mi pasaporte y papeles preparados para un viaje inesperado y por fin ese montón de cosas me servirán de algo.

—Chris, ¿tú tienes un pasaporte?

Miro por encima de la pantalla de mi teléfono hacia el fondo de la cocina y Christine está preparando una especie de sándwiches de pollo para "ambas" aunque sé que se atiburrará de ellos hasta salir rodando por la entrada, ya que el estrés que le estoy produciendo al pagar los gastos del viaje es demasiado grande.

Mi vida con Laura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora