Capítulo 20: Noticia de un asesinato

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"Nunca mentimos mejor que cuando nos mentimos a nosotros mismos."

STEPHEN KING (IT)

—¿Y qué estás estudiando?

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—¿Y qué estás estudiando?

Escaneo su rostro y encuentro un verdadero interés detrás de su gesto apagado. Interés por mí. Por mi vida.

«Qué novedad»

—Psicología.

—¡Qué bien!, ¡estoy orgulloso de ti!

—De hecho, ya abandoné la carrera.

Y la medio felicidad que obtuvo, desaparece de inmediato.

—¿Qué?, ¿por qué hiciste eso?

Es mi maldita vida, viejo metiche que cree que, por tener un pasado triste, una historia falsa y un comportamiento amable tiene derecho de opinar en algo que no le incumbe.

—No soy muy buena lidiando con los problemas de los demás, cuando ni siquiera soy capaz de solucionar los míos. Y, si voy a morir, no quiero que mis últimos recuerdos sean un cuaderno, un lápiz, y un garabato de un cerebro.

—Lo comprendo. ¿Sabes lo que estudié yo?

—¿Qué?

—Era maestro. Y a pesar de que significa ser el segundo padre de un montón de niños estúpidos, ni siquiera pude ser bueno contigo, mi verdadera hija. Así que, si me permites aconsejarte, si estudias una carrera por cincuenta años seguidos, en las mejores universidades y con los más especializados profesores, lo importante no será todo el conocimiento obtenido, sino tu disposición de aplicarlo en tu vida. Si lo sabes todo, pero no tienes vocación no funcionará, por eso, si tomaste la decisión de desistir, tienes todo mi apoyo si me permites dártelo.

—Gracias, eso me hace sentir mejor.

Le sonrío, y después echo una ojeada a Chris y Harry, lado a lado en los asientos frente a los nuestros, devolviéndose las sonrisas más sinceras que puedan esbozar, al tiempo que Christine esconde su cabello detrás de su oreja y humedece sus labios cada dos segundos.

Está nerviosa.

Es decir que sí le gusta.

Pero no podrá ser.

Y se unirá al resto de "decepciones amorosas de una castaña llamada Chris" junto al enano drogadicto, el dueño del supermercado, un chico de intercambio que se enamoró perdidamente de ella, pensó en quedarse en Handtown y se marchó cuando se enteró de que Christine amaba los espaguetis con carne —Era vegetariano, pero de los que juzgan—, y un guitarrista fracasado que la engañó con el baterista de su banda. —Le quemé los instrumentos y me reí como una villana de película mientras lo hacía.

—¿Y ya tengo nietos?, ¿tal vez un yerno rico e importante que me saque de este lugar? —Detiene mis pensamientos con un susurro precavido. Giro mi cara y luce arrepentido de haber preguntado lo anterior, de modo que parece estar rezándole al altísimo para que yo no explote en un ataque de ira.

Mi vida con Laura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora