Capitulo 12: Triste realidad

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"La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo"

EDGAR ALLAN POE

Quiero que todo termine

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Quiero que todo termine.

¿Sabes lo que es golpearte la cabeza contra un vidrio, ya que, por alguna razón, quedó tan limpio que no podías notarlo?

Es casi como la muerte.

Ahora multiplícalo por un millón y después mételo en una bocina, ponla en tu oído y espera a que te taladre tanto el cerebro, que no pondrás escuchar nada en toda tu vida. Esa es la mitad del dolor que siento ahora.

Tener resaca es una total y completa mierda.

Solo háganse una idea de mi tristeza de ayer, como para no recordar que hoy me entregarían el examen que me realizaron el día del desmayo.

O peor aún.

Imaginen la desesperación que me controlaba, como para olvidar que un tal Josh, apodado Joshi, con apellido Smith, tenía mis llaves y podía entrar cuando quisiera al apartamento.

Estoy en el infierno que está dentro de los demás infiernos.

No sé si su rostro, que anoche se instaló en mis sueños, era real o solo una alucinación. Lo que sí tengo claro es que, al despertar, la casa estaba hecha un desastre; mis ojos estaban tan rojos, que fácilmente podía haber sido aceptada en la familia de los Cullen y mis llaves estaban en la repisa, de modo que alguien tuvo que ponerlas ahí en la mitad de la noche, y mis opciones estaban tan limitadas que estaba segura de quién había sido.

Esa misma persona se puso a la tarea de cubrirme con una sábana antes de marcharse y sacó una gorra negra que tenía escondida en mi cuarto, ubicándola en el medio de la sala.

Al principio puse una mueca confundida. ¿Qué puede hacer Laura Blair, con una gorra oscura, en un hospital, vestida con ropa holgada y unas gafas de "te voy a robar hasta las ganas de vivir"? No lo entendí a la primera.

Pero cuando estaba frente al espejo, mirándome con desprecio como todos los días, noté una zona hinchada en toda mi frente y al analizarla con más detenimiento, me di cuenta de que tenía un bulto gigante, de color purpura, que por alguna extraña razón me recordó a cuando te lanzan una lata de cerveza en la frente.

Aunque esa es solo una teoría.

—¿A qué piso se dirige? —Una anciana con pinta de que era de las que se escapaba y formaba problemas cuando joven, me pregunta en un tono tembloroso. Cierra el espejo de mano que estaba usando para retocarse el maquillaje y me echa un vistazo.

No le respondo, porque estoy segura de que apenas abra la boca le diré el día y la hora en la cual morirá, así que subo dos dedos y presiono el botón que cierra las puertas.

Cuando solo estamos ella y yo, en silencio, de modo que el único sonido es su antigua respiración; pequeños recuerdos de lo que sucedió anoche atraviesan mi mente como la marea cuando cubre la tierra y la arrastra hacia sus profundidades, aunque, en lugar de marea están mis ganas de escudriñar el pasado y en lugar de cada pequeñísimo grano de arena encontramos los recuerdos. Absurdos, temerosos, pero más y más cercanos a mí.

Mi vida con Laura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora