Capítulo 5: Preludio de un asesinato

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"Hay heridas que, en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos"

PABLO NERUDA

Un cuchillo bañado en sangre se retuerce entre sus manos, mientras en su rostro crece una sonrisa macabra

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Un cuchillo bañado en sangre se retuerce entre sus manos, mientras en su rostro crece una sonrisa macabra. Sus facciones son indeterminadas, solo es oscuridad, neblina, un acertijo que soy incapaz de descifrar.

Se acerca hacia mí a pasos largos, como si estuviera danzando con la muerte y cuando está a punto de alcanzarme, logro retroceder con esfuerzo y él sigue avanzando, tomándolo como un desafío. Lo cierto es que adora los desafíos.

Sigo observando su silueta desfigurada, borrosa, al tiempo que camino hacia atrás sin saber en que momento algo me impedirá escapar, hasta que tropiezo cayendo al suelo y cuando intento retomar mi andar, ese que todavía trata de acabar conmigo está a solo centímetros de mi cuerpo. 

Trato de zafarme sin obtener resultado, araño su piel esperando un poco de dolor y en cambio obteniendo una risa glacial, así que, al rendirme, acerca esa diminuta arma plateada hacia mi cuello y después de hacer un pequeño recorrido, la hunde con satisfacción permitiéndome observar mi propia sangre borboteando...

 • • •

Abro los ojos y me levanto de la cama con la adrenalina a mil y el corazón bombeando desenfrenado. Era sólo un mal sueño, una pesadilla repetitiva y que se parece cada vez más a la vida real.

Respiro lento, intentando calmarme, cuando sin planearlo, a mi mente llega un recuerdo en el cual me levanto exactamente igual.

• • •

Mi habitación era pequeña y, aunque adoraba dormir con mamá a mi lado, pocas veces tenía el privilegio ya que ella prefería la soledad a su hija pequeña y traviesa molestándola toda la noche.

Y esa no era la excepción; estaba sola, aterrada y viendo sombras en donde solo había una montaña de ropa. Así era yo, miedosa hasta más no poder y con una fobia muy grave a la oscuridad que ha perdurado hasta la actualidad.

Me acosté después de comer, me envolví entre las sábanas, y al lograr dormir, tuve una pesadilla terrible que la verdad no logro recordar, pero que me marcó de un modo distinto a cualquier otra que tuviera hasta ese día. Abrí los ojos asustada, al parecer grité y mi madre llegó rápido, envuelta en su propio edredón, e hizo un espacio a mi lado, en donde se ubicó con el objetivo de calmarme. Acarició mi cabello y mis mejillas, tarareó una hermosa canción, recogió mis lágrimas con sus manos y nos fundimos en un abrazo fuerte que nos ayudó a ambas.

En ese entonces no supe lo que ocurría, solo disfruté el momento y ya está, pero tiempo después descubrí que las dos estábamos tristes. Ella lloraba sola en su cuarto, guardándose las dificultades y al socorrerme se sintió mejor, solucionamos nuestros problemas juntas.

Mi vida con Laura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora