Capítulo Extra: Interrogatorios

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Sucesos ocurridos un mes después de la muerte de Laura y la carta de Sam. 

Josh Smith:

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Josh Smith:

—¿Dónde estaba cuando Laura Blair falleció? —Suspiro muy hondo. No quiero rememorar su rostro, ni su nombre, ni todas las situaciones que afrontamos juntos. No merece un lugar en mi mente.

—Estaba en Handtown. —La mujer anota cada una de mis palabras. Me pierdo un momento en el trazo de su pluma, pero ella se detiene y me pide continuar—. Luego de que la halláramos aquel día en el cementerio y se marchara con Chris, pasé un par de días en mi casa, solo, bebiendo un poco, hasta que en las noticias informaron que habían encontrado un cadáver en el río Cursed. Tenía solo un par de días de muerto, una herida que le destrozó el cráneo y era un chico de entre veinte y treinta años. Decidí acercarme al lugar solo por curiosidad.

Ese estúpido riachuelo había sido el protagonista de un montón de absurdas historias que siempre involucraban asesinatos y al estar cerca del bosque, del cementerio y de la enorme mano de Handtown, no salía de la boca de todas las personas del pueblo ni en las temporadas más serenas. Era un lugar maldito. Hasta el nombre lo decía. Es solo que no conocemos el significado de un adjetivo como este hasta que lo vivimos en carne propia. Nosotros lo dotamos de poder.

—¿Y quién era?

—En un principio no lo supe. Sospeché que era un pandillero, porque su ropa era descuidada, pero al observar con detenimiento su chaqueta, una edición que hacía años había salido del mercado, su cabello negro, sus ojos grises y el anillo que tenía en su dedo, ese que le había visto a Tomas la última vez que habíamos hablado, no tuve dudas. Era mi hermano, muerto, todo su rostro estaba destruido.

—¿Y no recibiste ningún mensaje de Laura, o de Christine Williams?

—¡¿No me está escuchando?! ¡En ese momento no pensaba en nada! Ni en mi teléfono, ni en Chris, ni en Laura, tenía el cadáver de mi hermano en mis pies así que nada me importaba.

Me pongo en pie, empuño las manos y las estampo contra el escritorio. La mujer me obliga a sentarme y algo me empuja a continuar, a destruir, a producir dolor; hago uso de mi poco autocontrol y me ubico en mi puesto, esta vez con las manos detrás de la espalda. Anota algo en su libreta y después regresa su mirada a la mía. No hay más que comprensión y condescendencia.

—¿Y notaste algo extraño en el comportamiento de Laura?, ¿algún indicio de que no iba del todo bien?

Tal vez el hecho de que me alejó de su vida tan deprisa que no me dio tiempo de procesarlo.

O la manera en la que llegó, como un torbellino de emociones, arrasando con todo a su paso.

—Ella era absolutamente extraña —Busco las palabras correctas—, pero no de un modo sospechoso. Me gustó por eso mismo, por su fortaleza, lo misterioso de su existencia y el hecho de que era imaginativa, vivía más en sus pensamientos que en la realidad.

Mi vida con Laura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora