Capítulo 2: Una mortal despedida

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"Aquel que entrega su amor afrontando las consecuencias, es más fuerte que quien sin intentarlo, da la batalla por perdida"

L Y A VALENCIA

Busco entre la oscuridad mi teléfono

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Busco entre la oscuridad mi teléfono.

Después de recorrer el mueble que tengo a mi lado derecho y la cama, lo encuentro en el piso debajo de esta. Enseguida reviso la hora y descubro que son más de las diez de la mañana y más importante aún, tengo un montón de llamadas de Joshi y Chris, la cual no se conformó con eso y me dejó un millón de mensajes de voz.

«Genial, una tarea para lo que me queda de vida».

Me levanto al instante, e intentando conseguir el interruptor con la linterna encendida, me estrello con lo que parece una silla de ruedas y algo filoso cae en mi pierna. Decido permanecer en el lugar en el que estoy y minutos después alguien prende las luces del cuarto.

Al acostumbrarme a la claridad, me percato de que estoy en una sala de hospital decorada con murales de arcoíris y un amarillo chillón como color principal.

La habitación no es muy grande, es decir, es lo suficientemente espaciosa como para albergar todo lo necesario. Me fijo en la persona que encendió las luces, son dos mujeres: una muy delgada, castaña y la otra un poco más gruesa, pero con el cabello liso y negro, que están hablando entre ellas sin prestarme ni un poco de atención. Con los gorritos de papel las identifico como dos enfermeras.

—Era precioso, sí. Puede tener la edad de mi hijo, vale, lo acepto. Pero ¿qué problema puede haber con intentarlo? Yo también tengo lo mío —Afirma la mujer de cabello oscuro, al tiempo que mueve sus caderas con suavidad, como si pusiera la vida en ello.

Intento cerrar los ojos para no seguir observando la escena, pero no es suficiente. Deberé vivir con esa imagen en mi cerebro por toda la eternidad.

—¿Hablas del joven que llegó con la rubia? —interrumpe la enfermera más delgada, refiriéndose a mí—, ¿la que parecía una calavera con esos gigantes ojos marrones, nada asimétricos para su rostro? —me continúa juzgando con muchas más ganas. En ese instante el intento fallido de bailarina, se ríe sin poder detenerse y por inercia gira la cara en mi dirección, estrellándose con una mirada gélida que la hace asustarse y tambalear. La otra chica no se detiene, aún a pesar de que su compañera esté hiperventilando, y en cambio sigue hablando de lo más tranquila, sin saber que estoy escuchando cada una de sus palabras— Ya sé de quién hablas, ja, esta vez te quedó muy fácil. Esa chica no le llega ni a los talones. Es muy delgada, no tiene nada interesante y ni siquiera es linda, pobre, la compadezco.

No tengo ni idea de en qué momento tomo el vaso de agua que estaba ubicado en la mesa de al lado; solo tengo claro que en el preciso instante en el que su muy valiosa opinión termina, aprieto con todas mis fuerzas mis puños, de modo que el vidrio en mi mano izquierda se termina dividiendo en mil fragmentos los cuales se insertan en mi piel, de la que empieza a salir sangre sin detenerse.

Mi vida con Laura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora