***SEGUNDA PARTE DE LA DUOLOGÍA ZAPATOS DE TACÓN***
Damian Walker, un hombre enamorado, que lo dará todo por recuperar a su cenicienta en versión porno.
Después del desastroso final de la fiesta de aniversario, Damian y Elle pondrán a prueba la fue...
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A su pregunta le llegó la respuesta dos días después al verse tomando un vuelo privado junto a Damian con destino a la Ciudad de Las Vegas. Estando entre las nubes, Damian se hizo consciente de lo nerviosa que podía llegar a ser Elle, se había colocado un poco pálida, y temeroso de que se desmayase, conociendo su condición, pasó todo el vuelo sujetando su mano, dándole mimos a su cabello rubio, y asegurándose de que tomase un bocado ligero que no le pegase en el estómago. A pesar de haberse quedado tranquila entre sus brazos, con sus atenciones, el color de su rostro no volvió hasta horas después cuando puso los pies, específicamente, sus stilletos, en la tierra.
Elle se dio cuenta pronto, que su príncipe no había mentido cuando le dijo que habían ido por trabajo, prácticamente los había absorbido como una vorágine apenas habían arribado a la ciudad. Los siguientes tres días se habían dedicado a asistir a reuniones, visitar los negocios, y reordenar la agencia inmobiliaria. Sus descansos se habían resumido a los almuerzos que se había escapado de Damian con sus socios para compartir y cononcer un poquito más la ciudad junto a un par de chicas que había conocido entre reuniones, asistentes como ella.
Para el quinto día, el último que habían programado para estar en las instalaciones, Damian fue el primero en levantarse, obvió su rutina de ejercicio, permitiéndose quedarse en la habitación del hotel para admirar a su futura esposa, su cenicienta en versión porno dormir. La dejó que descansara un tiempo más, aún sabiendo que ella iba a reclamarle alegando su responsabilidad, pero no podía olvidar que estaba agotada, y él mismo necesitaba un tiempo en privado para realizar un par de llamadas, entre ellas, para solicitar el desayuno a la habitación.
Con todo listo y el desayuno recién llegado, volvió a la cama por su cenicienta. Seguía dormida plácidamente, sintió un poco de dolor al tener que despertarla, le encantaba como su cabello rubio se esparcía sobre la almohada blanca, lo suave que su pecho subía y bajaba, y lo dulce que se veían sus manos blancas reposando sobre su vientre.
Le fue inevitable el no imaginársela embarazada, otra vez, una vida junto a su cencienta, con pequeños corriendo a su alrededor, como ella, como él, le estrujaban el pecho en sentimiento, era su mayor anhelo, pero debía ser paciente, esperar hasta que Elle tuviese el mismo deseo, lo sabía, se lo repetía a sí mismo constantemente. Con cuidado apartó sus manos para darle una caricia, acompañado de sus labios que se posaban como mariposas en su estómago.
La removió, susurrando su nombre, mientras sus labios emprendían su primer viaje del día camino a su boca, subiendo paso a paso, beso a beso, por su abdomen, su pecho, y se perdió en su cuello, donde ella, al despertar lo atrapó al abrazarlo.
—¿Qué hora es? —musitó ronca, sin poder abrir sus ojos.
—Buenos días, mi preciosa cencienta —fue su respuesta.
Abandonó su cuello, solo para darle el primer beso a sus labios, secundando por otro y otro más, hasta que su blanca sonrisa le acarició el corazón.