EPILOGO- PARTE II

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Ocho años después

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Ocho años después...


Había llegado el verano, las vacaciones de los tres pequeños Walker, después de haber pasado todo un año esforzándose en sus estudios. Los tres asistían a la misma escuela, Noah iba dos años más adelante, y Miles y Miranda estudiaban el mismo año, el mismo grupo, puesto que haber compartido su gestación los había vuelto inseparables.

Damian y Elle continuaban trabajando juntos en la inmobiliaria, en sociedad, junto a Daniel. Ya era la hora de retirarse, más no iban directo a casa, en una hora debían presentarse en la escuela para recibir el informe de notas finales de sus tres hijos, de los que no dudaban habían salido sobresalientes.

Fue Damian quien reunió todas sus cosas en su maletín para ir en busca de Elle a su despacho. Tras recibir el permiso de su parte, entró y la encontró recogiendo también sus cosas, de pie, levemente inclinada sobre su escritorio.

Su precioso culo continuaba elevando su deseo, su necesidad de sumergirse entre sus carnes, además, su elección de ropa lo había tenido en un completo delirio. Un vestido blanco, ceñido a sus curvas, acompañado de unos stilletos Louboutin del mismo color, y un blazer rojo, que le daba una sensual forma a su templo.

Dejó el maletín en el sofá para acercarse a su cenicienta en versión porno. Acarició la redondez de su nalga un instante, y observó la sonrisa en sus deliciosos labios pintados de color carmín. No pudo contenerse, le soltó un azote, lleno de malicia, con todo el morbo que le provocaba ese color sobre ella.

—Me van a poner un reporte, y a ti, sin duda alguna, una estrellita dorada—comentó.

—¿Y por qué? —le preguntó de vuelta, girando para poder verle a la cara.

—A mí, por ir a la escuela con una erección —La abrazó, dejándole sentir el bulto que comenzaba a crecer en sus pantalones —Y a ti, por ser la mamá más guapa de todo el colegio.

Llevó sus labios hasta los de su esposa, lleno de deseo, saboreando ese eterno sabor a fresas que le volvía loco. Succionó sus pétalos, deslizando su lengua por sus bordes, también adentro, hechizado con la tesura de su boca. No pudo resistirse a alzarla para montarla en el escritorio, metiéndose entre sus piernas, aumentando a su paso la pasión en sus maestros movimientos.

—Te quiero follar el culo, mi preciosa cenicienta —soltó en su boca, deslizando sus besos por su cuello.

—¡Y lo harás! —soltó Elle, tomándolo del rostro para dejarle un par de besos en sus labios —Pero luego de ir a la escuela, llegar a casa, cenar con los niños y acostarlos a dormir —Le dio un empujón para salir de su cárcel.

—Pensé que lo haríamos rápido antes de irnos —se quejó, con un tierno mohín.

Elle tomó su bolso, sonriente.

—Eso lo hicimos hace tres noches, señor Walker.

Comenzó a avanzar, dispuesta a salir, antes de que pudiese convencerla.

Por tus Zapatos Negros (PARTE II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora