VII

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Dianne Walker.

Cruzaron miradas sabiendo lo que significaba aquella mujer para su relación, era un auténtico peligro, y aunque los dos ya lo reconocían así, el asunto siempre lograba escapárseles de las manos.

«¡Maldita, mujer! Debe tener una maldita bola de cristal, que le cuenta todo sobre nosotros, ¡Maldita sea!» gruñó Elle dentro de sí, y aunque Damian no tenía conocimiento exacto de lo que pensaba, su ceja arqueada y su frente fruncida le daba luces.

No reparó ni un segundo para colgar la llamada, no iba a atenderla, lo único que le importaba ahora era recuperar a Elle, y estaba en ello, pero Dianne, volvió a insistir con una llamada más.

Al fijarse, Elle tuvo el impulso de levantarse de su regazo, quizá Dianne no tenía conocimiento sobre lo que acontecía entre ellos dos, que estaban mediando, pero el destino, o lo que fuese, conspiraba y la ayudaba, estaba cansada, necesitaba acabar con todo los fantasmas alrededor de su cuñada, y al sentir que Damian no la dejaba ir, la retenía en su regazo, le pidió de la forma más tranquila que encontró:

—Atiende la llamada, puede que sea algo importante.

Antes de cumplir con su pedido, no se resistió a tomar su mano, entrelazando sus dedos, y posarlas sobre el regazo de Elle muy pegado a su vientre, formando una unión, a lo que él soñaba que fueran tres contra todo.

—Dianne —murmuró despacio, al atender la llamada con el altavoz encendido.

—¡Hermanito! —sollozó, con la voz desgarrada, a causa de muchas horas de llanto.

Elle sintió como Damian apretaba con más fuerza su mano, al oír el llanto de su hermana, y al ver su cara, ya descompuesta, sintió que un nudo se apoderaba de su garganta. A Damian no le importaba los errores de su hermana, la amaba, y Elle no podía culparlo por tener un gran corazón.

—¿Qué sucede, Dianne? ¿Estás bien? —preguntó de inmediato, le dolía en el alma oírla así, y aunque ella le había fallado, y estaba furioso, no podía actuar indiferente a su dolor.

—Perdón, Damian —Ambos se miraron, sintiendo la urgencia en su voz —Por favor, perdóname antes de que me vaya.

—¿De qué hablas, Dianne? ¿A dónde vas a ir? —expresó confundido, con un vacío que consumía su estómago. Al ver que ella solo sollozaba, le comentó —: Estoy con Elle, Dianne, me ha dado la oportunidad de hablar y no voy a desaprovecharla, es la mujer que amo...

—¿Elle está oyéndome? —interrumpió, sin cesar su llanto.

Elle, incomoda ante el llanto de su cuñada, y presintiendo que todo comenzaba a entrar en un aura oscura sintió la necesidad de irrumpir.

—Te oigo, Dianne —murmuró, con un nudo asfixiando su garganta.

—¡Oh, por Dios! —Ambos oyeron que su llanto se intensificaba —¿Podrías regalarme un minuto a solas con Elle?

Por tus Zapatos Negros (PARTE II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora