Al moverse levemente en la cama, sonrió. Seguía adormilada, por supuesto, pero se hizo consciente de que su príncipe en versión porno había cumplido la promesa, la había follado inclemente, una y otra vez, hasta quedarse rendida entre sus brazos.
El resultado era evidente, le dolía el cuerpo, tan divino, que deseaba volver a estar con él, llenarse de su ímpetu, su vitalidad, para hacerle el amor.
Su sonrisa se hizo más grande, mientras sus pestañas revoloteaban, al sentir sus labios tibios posarse con dulzura en su espalda, seguidos de la punta de su nariz, que acariciaban la irresistible curvatura de su cintura.
Respiró agitada, mordió sus labios para no gemir al tener una nueva ración de sus besos esta vez sobre su trasero redondo. Se le erizó cada centímetro de su piel blanquecina, debido a su cálida lengua salir al juego, destilando pasión, al repasar la gloriosa línea que dividía sus nalgas, de principio a fin, hasta regresar a ese lugar donde la espalda perdía su nombre, y un nuevo beso de sus labios aterrizaba sobre sus capas.
Apretó sus muslos, conteniendo la exquisita viscosidad que entre ellos renacía, directo de la inagotable fuente que su príncipe anhelaba beber. Mordió sus labios, temblando, a la par de sus tersas yemas dibujando libremente sobre su piel, acelerando su respiración, en cuanto rozaban su sensible intimidad.
Era una flor, al rayo de la luz, que eran las caricias de su jefe, que fue abriendo sus pétalos rosados, de poco en poco, tomándose su tiempo para brillar, hasta que su capullo, cubierto de una fina capa de néctar, quedó a la vista. Sonrió, iniciando un hipnótico delirio al sentir sus dedos juguetear con su humedad, y por primera vez ese día, soltó un delicado gemido, al recibir su primer beso en los labios.
Su templo siempre cedía a las caricias, era tan fácil cuando se trataba de las manos de Damian, de sus yemas presionándose contra él, que no importaba cuanta veces se había excitado, agitado y posteriormente, corrido en el día, cada vez que su hombre volvía acercarse, con besos, con su indetenible pasión de protagonista, ella volvía a estar dispuesta, en cuerpo y alma, para entregarse a él.
Y esta vez no fue diferente.
Aún acostada boca abajo, flexionó su pierna para darle cabida a sus caricias, que ningún centímetro de su feminidad se quedase sin sentirlo, sin tener una ración de su artes amatorias.
El calor en la habitación no tardó en asfixiarle, quería sacarse la ropa, pero ya estaba comoleramente desnuda, así que solo se dejó llevar por él, por su abrasador tacto, buscando desesperadamente aire para sus pulmones, y en su tarea, se le escapaban gemidos cada vez más sonoros, cada vez más seguidos, sus dedos, su lengua, hurgando en su sensorial paraíso no le daba cabida a nada más.
La almohada se hizo su compañera, su atril, en cuanto el pulgar de Damian se presionaba sobre su clítoris, dándole suaves masajes con su almohadilla, al compás de su lengua que bailaba de arriba abajo redibujando su entrada vaginal. Mordió el algodón fuertemente, evitando gritar enajenada, y la apretó entre sus puños, tan excitada, que sus caderas cobraron vida por sí solas para moverse tal cual culebra, buscando más y más complacencia.
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Por tus Zapatos Negros (PARTE II)
Roman d'amour***SEGUNDA PARTE DE LA DUOLOGÍA ZAPATOS DE TACÓN*** Damian Walker, un hombre enamorado, que lo dará todo por recuperar a su cenicienta en versión porno. Después del desastroso final de la fiesta de aniversario, Damian y Elle pondrán a prueba la fue...