Odelia Baumeister y Levi Ackerman, cada uno a su manera y, no obstante, de forma muy semejante, deben ayudarse y madurar para superar las crisis de un mundo lleno de titanes y aprender de sus errores para poder encararse en un futuro común, superand...
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ODELIA
Me sentía liberada por completo tras lo que ocurrió con William, quien no me volvió a dirigir la palabra los demás días a excepción de la despedida de Marie y mía, cuando hoy ya estábamos por regresar al cuartel. A excepción de los palabras puntillosas de mamá, todo estaba bien dentro de casa.
William casi no me dirigía la palabra, y se dedicaba más en hablar con Charlotte, algo que me alivió en sobremanera pero al mismo tiempo me iba llenando de preocupación por mi amiga.
Fui a la casa de mi mejor amiga a despedirme, encontrándome con la sorpresa de que ahí se encontraba el hermano de Nile hablando con el señor Lucas ambos mientras tomaban una partida y el señor Lucas lucía su dentadura por cada carta que tiraba sobre la mesa, lucía extrañamente emocionado.
Saludé a los presentes y al terminar fui directo al cuarto de Charlotte, esperando que ella se encontrara ahí.
—¡Charlotte! —saludé entrelazando mis manos con las suyas—. Dentro de unas horas regresaré a Trost, vine a despedirme.
—Mi querida Oda, espero que vengas para cuando sea mi boda —soltó haciendo que cayera de su agarre, inclinando mi silla sin querer y dándome un golpe en mis sentaderas—. ¡¿Estás bien?!
—¿Dijiste boda? ¿De quién?
—He dicho que mía —replicó con una sonrisa.
Me contó cómo anoche el señor William escapó de nuestra casa para ir a la casa de ella y desde el balcón pedirle que fuera ella su esposa y dueña de sus felicidades venideras. Era inesperadamente romántico, pero no podía evitar en lo pronto en que lo propuso a Charlotte.
—¡Comprometida con el señor William! ¿Cómo es posible, Charlotte?
Me había contado la historia con mucha serenidad, pero ahora mi amiga se encontraba en un trance de confusión, por haber recibido mi reproche del cual me arrepentí instantáneamente, pero, conociéndola y ella a mí, estaba segura que Charlotte esperaba mi reacción.
—¿De qué te sorprendes, Oda? —habló calmadamente—. ¿Te parece increíble que el señor Dok haya sido capaz de procurar la estimación de una mujer por el hecho de no haber sido afortunado contigo?
—No es eso, simplemente me fue sorprendente. —Me removí sobre mi asiento, tratando de amenizar la situación, tomé su mano acariciando sus nudillos—. El hombre con el que desees casarte y si tú lo quieres, será, en mi opinión, el hombre más feliz. Y deseo que esa felicidad sea para ambos, te pido perdón por haber interpretado mal mis acciones, pero que sepas que soy muy feliz por ti.