Odelia Baumeister y Levi Ackerman, cada uno a su manera y, no obstante, de forma muy semejante, deben ayudarse y madurar para superar las crisis de un mundo lleno de titanes y aprender de sus errores para poder encararse en un futuro común, superand...
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≪❈DIE PFADE Ⅱ. VON DIR, VOR ZWEITAUSEND JAHREN❈≫
La luz iluminaba los sembradíos para las cosechas del año. Las madres y sus hijas eran quienes se encargaban de cuidar de los niños, los adultos mayores y en apoyar a los hombres ante sus comidas tras largas jornadas de trabajo. Los hombres y sus hijos jóvenes se dividían en dos campos seglares: algunos podían trabajar en la cosecha de cada año para cuando llegara el invierno y, por otro lado, se encontraban los demás hombres que trabajaban en el centro del pueblo con el fin de expandir los resultados de la cosecha a todo el pueblo, además de desarrollar el avance tecnológico del lugar; esto con el fin de poder defenderse de los inminentes ataques de un Imperio del que se había advertido que derrotó a Villas y otros imperios con el fin de avanzar como soldados y atacar una nación enemiga. A pesar de ello, todos los miembros del pueblo se mantenían apoyándose entre sí con el fin de sobrevivir a aquel lugar. Pero, había un chico que a pesar de su gran inteligencia, en vez de ayudar a los hombres a desarrollar armas ayudaba a las mujeres y jóvenes a crear nuevas herramientas para facilitar su trabajo tanto en la cosecha como en la extracción de agua y otros minerales, se dedicaba a apoyar únicamente a su mejor amiga.
Aún con una población basta, ninguno pudo pensar en la posibilidad de que algún día fueran victimas también de la ambición humana.
—Ymir, ¡hola! —llamó el pelimarrón al observar a su amiga ayudar a una mujer mayor en sacar agua del pozo—. ¿Cómo te está yendo aquí? ¿A que es más fácil poder tener esto aquí que ir hasta el río para buscar agua? Con esto, el rastrillo y la manguera de propulsión que creamos, ¡podremos sacar más cosecha y así no haya más hambruna en este año!? ¡¿Qué opinas, Ymir?! —la rubia asintió con una sonrisa.
—Sí, está muy bien. Me alegro por ti —le respondió Ymir, provocando un gran sonrojo y el brillo incesante en los ojos de Bau al felicitarlo.
—¡Bien, entonces me esforzaré más! —exclamó decidido el pelimarrón, decidiendo ayudar a la rubia a sacar más agua de aquel pozo.
A Bau le emocionaba las palabras de su amiga quien, tras la muerte de sus padres, se había mantenido bastante callada y sola por mucho tiempo, preocupando a su amigo que había pasado por sus mismas circunstancias y que había podido salir adelante gracias al apoyo del pueblo y en especial de su amiga años atrás, por lo que sentía que debía devolverle el apoyo y amor que le había demostrado en su momento.
Sin embargo, no contaba en que no podría ayudarla del terrible destino que les esperaba.
En la lejanía, varios se detuvieron a observar lanzas y espadas sostenidas por soldados desconocidos acercándose con velocidad a su pueblo.
»¡Ymir, corre! —soltó sin pensar los cubos llenos de agua dispuesto a tomar la mano de su amiga y escapar junto a los demás, aunque supiera que solo sería en vano aquel escape una vez que estuvieran completamente rodeados.