Odelia Baumeister y Levi Ackerman, cada uno a su manera y, no obstante, de forma muy semejante, deben ayudarse y madurar para superar las crisis de un mundo lleno de titanes y aprender de sus errores para poder encararse en un futuro común, superand...
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ODELIA
Observé la carreta alejarse, Marie se despedía con la mano y lágrimas sobre sus ojos. Mi caso tampoco era diferente.
—¡Saluda a todos de mi parte! —me despedí hasta que ella dejó de verse entre la multitud.
Mi sonrisa se volvió a una mueca de enojo, fui directo al patio de entrenamiento para unirme con los demás. Shadis me había dado tiempo para despedirme de mi hermana, por lo que no dudé en tomarlo.
Entre los demás soldados me formé en mi posición. Shadis hablaba acerca de la próxima expedición más allá de las murallas, que sería por fortuna o no, para el siguiente año a finales de Enero y la estrategia que llevaríamos a cabo para aquel día.
Comenzamos los ejercicios de entrenamiento, decidí ponerme en un lugar apartado de los demás para no toparme con Erwin, estaba enojada con él. Hice mis flexiones más rápido al recordar cada palabra que provenía del cejotas. Todo iba bien, hasta que sentí un desgarre en mi pierna.
Maldije por lo bajo, no podía levantarme del dolor y al estar lejos, nadie notaba lo que me ocurría. Puse mis pies sobre la tierra y con el otro brazo me impulse hacia arriba, tambaleando un poco pero poniéndome de pie.
Dispuesta a dar el primer paso, levante una de mis piernas en el aire, pero apenas dejo el suelo, sentí que me caía por el dolor.
Unas manos me impidieron tocar el suelo, encontrándome con Erwin y Levi sosteniéndome simultáneamente, un ligero sonrojo se apoderó de mí al ver que todos prestaban atención a la escena. Shadis se acercó para ver la situación en la que me encontraba ahora.
—Smith, llévala a enfermería y que descanse hasta que se recupere. No podemos tener un soldado menos para la expedición.
Erwin asintió y con cuidado me colocó sobre su espalda, cerré los ojos porque me mareaba mucho, pero me topé con unos orbes azules grisáceos mirándonos mientras nos alejabamos.
—Veremos a Hange allá para que te ayude a recuperarte —habló Erwin girando levemente su mirada hacia mí, yo no dije nada.
Al llegar a la enfermería, el rubio me dejó cuidadosamente en la camilla de la habitación. Solté un gruñido cuando alzó la tela de mi pantalón para dejar a la vista la pierna herida.
Buscó un poco un trapo mojandolo con agua fría y colocando la tela sobre donde estaba el dolor, solté un alarido de dolor cuando hizo contacto con la tela. Erwin sonrió.
—¿De qué te ríes, cejas? —pregunté molesta sin dirigirle la mirada.
—Hubieras visto tu cara y también te habrías reído —respondió, pero yo no dije nada. El ambiente se sentía tenso, carraspeo antes de volver a hablar—. Marie ya se ha ido en la mañana, supongo que por eso no estabas desde el principio en la formación —guardé silencio—. ¿Hasta cuándo dejarás de estar enojada conmigo?