Capítulo 2

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Mirai dejó caer su maleta al suelo, sin preocuparse por ella se deshizo de su corbata —mandándola a volar— y se desabrochó el último botón de la camisa de su uniforme, eso le daba mejor movilidad. Pronto tuvo la vista de todos sobre ella por su reacción apresurada. Bajó las escaleras corriendo y sin pensárselo dos veces atacó a quien creía Kiyomasa, empleando todas sus fuerzas en un golpe que jamás se dio.

Manjirō, que logró verla segundos antes de que la fémina impactara el puño en el medio de su cara, la esquivó con facilidad. Se separó de Takemichi y retrocedió dos pasos, llevando ambas manos a sus bolsillos, manteniendo las distancias. Su expresión seria era inquebrantable, pero los ojos decididos de la que aparentaba ser su contrincante también parecían inmutables. No entendía con precisión que estaba ocurriendo ni a qué se debía semejante actitud si al parecer ella quería proteger a Takemichi y él lo había salvado.

La Hoshizora se colocó frente a Takemichi, de forma protectora, encarando a sus enemigos. Ahora que tenía una mejor vista del panorama pudo divisar otro adolescente detrás de aquel rubio, acompañado también por una chica. Los tres se veían intimidantes, ridículamente fuertes; para alguien que había pasado toda su vida de pelea en pelea, reconocer la destreza en el que parecía menor y no discriminar al miembro femenino solo por ser mujer era fácil.

El viento sopló.

—¡No toquen a Mi-chan! —exclamó, frunciendo su entrecejo y tratando de sonar amenazante.

El mencionado sintió una piedra caerle encima. Mirai Hoshizora, su amiga de la infancia, la mujer —junto a su madre— más importante en su vida. En aquellos tiempos, hacía doce años, Mirai siempre era audaz y temeraria, algo que lo preocupaba constantemente; por eso cuando Kiyomasa lo había convertido en su esclavo prefirió ocultáraselo y fingir un alejamiento. Le preocupaba que tomara alguna acción, que intentara derrotar a la Tokyo Manji sin esperanzas algunas de vencer, así que tomó distancias por su propio bien, porque si había alguien en el mundo por quién su cobarde yo del pasado se sacrificaría era ella. Prefirió una y mil veces sufrir por su ausencia que la posibilidad de que Mirai también fuera víctima de los abusos de Kiyomasa.

La había olvidado. Se había forzado a sí mismo a olvidarla porque de ese modo era menos doloroso. Ni siquiera se despidió cuando se fue de la ciudad, no sabía cuál era su futuro. Su último recuerdo con Mirai, era el de ella llorando porque las cosas volvieran a ser como antes, rogándole que le contara cuál era el problema, diciéndole que lo arreglarían juntos; él... él le mintió, le dijo que era alguien con quién no quería estar, que era una perdida de tiempo, la hirió de la peor forma posible y sabía que se iba retorcer en el infierno al morir por ello.

Verla allí, defendiéndolo, volvió a llenarle los ojos de lágrimas, provocó hasta que le faltara la respiración. Tuvo que apretar su pecho en la región del corazón, sentía que se le iba a salir.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora