Capítulo 28

713 91 76
                                    

Celeste y Kyomi abrieron la boca de par en par anonadadas cuando prescenciaron semejante escenario

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Celeste y Kyomi abrieron la boca de par en par anonadadas cuando prescenciaron semejante escenario. Habían sido llamadas por Hikari en pleno medio día, sin previo aviso. La niña les había pedido por favor que fueran a su casa, al parecer Mirai estaba en una situación de vida o muerte y las necesitaba más que nunca. Al par jamás se le hubiera ocurrido pensar que lo que estaba ocurriendo era lo siguiente:

Después de llegar, Kei les dijo que fueran a la cocina, puesto que allí estaban sus dos hijas. Poco a poco iban teniendo más confianza con la familia. Él les orientó el camino y ellas lo siguieron sin objetar nada, preocupadas por la salud de la pequeña.

Al ingresar en la dichosa cocina se les escapó todo el aire que habían estado conteniendo desde que Hikari solicitó su ayuda. Mirai se encontraba en el suelo, sentada, mientras le lloraba a una bandeja de galletas quemadas; a su lado derecho se hallaba sus madre, con una mano en su frente mientras negaba, estaba completamente horrizada; por último, pero no menos importante, Hikari se encontraba con la frente contra la pared, murmurando algo que Kyomi y Celeste reconocieron como un conteo pausado que ya iba por el número cien.

—¿Qué sucede? —inquirió Celeste, luego de carraspear buscando llamar su atención, la de las tres.

—¡Al fin están aquí! —exclamó Hikari, separándose de la pared y corriendo en dirección de las dos adolescentes. Al ponerse frente a ellas se arrodilló frente a Kyomi y se abrazó de la falda ligeramente larga que esta traía—. Se los suplico, hagan algo con el desastre de mi hermana.

—¡Hi-chan! —gritó dolida Mirai, todavía entre lágrimas.

—Lo intenté con todas mis fuerzas, mamá también lo intentó —relató la pelinegra, con voz cansada—. Pero no importa que hagamos, Mirai siempre arruina las galletas.

—¡Lo siento! —exclamó la aludida, lanzándose a llorar nuevamente. Llevó su frente contra el piso y dejó que el mar de lágrimas bañara sus mejillas.

—¿Era eso? —cuestionó Kyomi, soltando una risita.

—Era eso —respondió Hikari, ella no lloraba pero tampoco le faltaba mucho para hacerlo. Llevaba dos largos días tratando de hacer un avance con Mirai y su pastelería, pero al final de cuentas, no sabía cómo le hacía su hermana, pero se las apañaba para cagarla siempre. Necesitaba un relevo o se iba a suicidar.

—Habérmelo dicho antes y te habría ayudado. —Kyomi se remangó su larga camisa blanca y sonrió—. Me encanta cocinar, y más si es cualquier tipo de dulce. Hubiera sido divertido ayudarte.

—Lo siento —murmuró Mirai, limpiándose el rostro con el dorso de su mano. Sus sollozos la hacían tener pequeños y graciosos espasmos.

—Si consiguen que mi hija haga algo sin quemarlo, dejarlo crudo, sin echarle demasiada azúcar, sin equivocarse con los ingredientes y una larga lista de etcéteras más... —Nozomi ayudó a su pequeña a ponerse en pie—. Las invito a cenar.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora