Capítulo 12

1.2K 128 118
                                    

▲───────◇◆◇───────▲

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

▲───────◇◆◇───────▲
.
.
.

Celeste tocó la puerta con una gran sonrisa dibujada en su rostro, traía entre sus manos una gran bolsa llena de medicinas y bocadillos. A su lado Draken —quien se mostraba ligeramente irritado— apartó la mirada cuando sintió un agetreo del otro lado; luego de dejar a Mikey con Mitusya, su mejor amiga lo llamó y le dijo que tenía algo importante que hacer y que necesitaba su ayuda, así que allí estaban. Él no comprendía cómo se había dejado envolver en los juegos de la pelirrosa; aunque en el fondo parte de él quería eso, no lo admitiría, pero si.

La puerta fue abierta por otra adolecente. La chica tenía sus largos cabellos despeinados a más no poder, su cara estaba pálida, tenía los ojos ligeramente irritados y rojos, moqueaba y estaba de hombros caídos; vestía con un pijama toda desaliñada y traía entre sus manos un pañuelo que empleaba para limpiarse. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a dos de sus mejores amigos frente a ella.

—Celeste... —llamó por lo bajo, con voz ronca y cansada, tratando de evitar tocer. Forzó una sonrisa y un tic nervioso apareció en su ojo—. ¿No me dijiste que vendrías sola?

Cuando la castaña terminó de formular su pregunta, la aludida sintió que una piedra le caía encima. Retrocedió dos pasos nerviosa y terminó por soltar pequeñas carcajadas tensas. Solo ellas dos sabían el por qué de aquella reacción, pero que solo ellas lo supieran era suficiente.

—¡Perdón! —exclamó la pelirrosa, haciendo una gran reverencia—. Perdón, Kyomi, es que Draken estaba tan desesperado por verte que olvidé avisar, me insistió mucho para venir conmigo.

El rubio —que hasta ahora vislumbraba la escena sin comprender— giró su rostro hacia Celeste incrédulo. ¿De verdad ella iba a mentirle de ese modo a Kyomi solo para salvar su pellejo? Le hervió la sangre y sentía que la vena en su frente se le iba a salir, ya estaba enfadado.

—¡Yo no-

—¿¡De verdad?! —inquirió la otra fémina, colocándose rápidamente frente a Draken.

Los ojos cian de la chica brillaron cuales dos luceros y por primera vez ella se mostró más energética y emocionada mientras esperaba ansiosa la respuesta del varón. Tenía ambas manos contra su pecho y había saltado fuera de su casa —sin darse cuenta— solo para acercase a él. Tenía dibujada una gran sonrisa en el rostro.

Ken tragó en seco y apartó la vista ligeramente sonrojado por la cercanía de Kyomi y lo jodidamente linda que se veía así. Por hoy dejaría ganar a Celeste, solo porque le había hecho tremendo favor obligándolo a ir con ella; la dejaría tener la última palabra porque hacía dos días que no veía esa carita y la había extrañado. Pero esas cosas jamás las admitiría en voz alta.

En ese instante, mientras Kyomi aguardaba impaciente por la respuesta del rubio y Celeste los divisaba por el rabillo del ojo con una sonrisa socarrona, se escuchó el ladrido de un perro seguido por el sonido de unas uñas rasgando el suelo que marcaban el correr del animal. Por la puerta de la gran casa salió disparado un husky siberiano de pelaje blanco como la nieve, un increíble y robusto tamaño y unos ojazos del mismo color de los de su dueña. El perro esquivó a las dos féminas y se abalanzó sobre Draken nada más verlo, se colocó en dos patas y con las otras dos se apoyó del estómago del chico para olfatear y lamer la mano del humano que ahora mismo lo acariciaba como respuesta a esa bienvenida.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora