Capítulo 23

876 103 74
                                    

Mirai observó todo a su alrededor mientras apegaba el kimono de Celeste a su pecho y corría por el campo de batalla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mirai observó todo a su alrededor mientras apegaba el kimono de Celeste a su pecho y corría por el campo de batalla. Esquivaba como podía a las personas peleándose. De un momento a otro Takemichi se había perdido de su lado entre la multitud y ahora trataba desesperadamente de encontrarlo siguiendo la voz del Hanagaki que llamaba arduamente a Draken. Aunque allí estuvieran todos, era como si realmente no estuvieran, como si se hayaran en otro mundo.

Los orbes grisáceos de la muchacha examinaron a cada persona. Pudo ver como Baji le daba una paliza a varios contrincantes; Chifuyu hacía lo mismo por otro lado. Mikey estaba imparable, todo el que se le acercara caía al suelo incapaz de levantarse. Ken no lo hacía mal, también se defendía pese a su situación. La hermana de Kyomi, Rumi, se estaba luciendo, ella se encontraba cerca de Chifuyu todo el tiempo, y aunque con sus manos no pudiera defenderse muy bien, sus patadas eran mortales, cada vez que derribaba a alguien lloraba pidiendo perdón.

Mirai pudo ver, desde la distancia, el increíble combo que hacían Celeste y Kyomi juntas. Ella jamás hubiera imaginado que eran tan fuertes. Mientras la pelirrosa golpeaba con sus puños y ágiles movimientos, la bicolor empleaba posturas avanzadas del kendo para apalear a sus enemigos. Por un momento Kyomi le lanzó el sable de bambú a Celeste y la impulsó para que esta derribara con el shinai a un tipo de aproximadamente dos metros; cuando la Izumi aterrizó en el suelo con elegancia, le tiró de vuelta el sable a Kyomi, la Kobayashi se volteó rápidamente para derribar al hombre que se había lanzado como depredador aprovechando que no tenía su arma.

La victoria pertenecía sin duda a la ToMan.

Tan concentrada estaba en observar a sus amigas, que Mirai terminó chocando contra alguien. Retrocedió dos pasos y se quejó en voz baja, pero cuando alzó su cabeza su semblante descontento se había convertido en uno atemorizado. Ante ella se encontraba el tipo que la había amenazado hacía dos segundos. Era gigante, bueno, tal vez del tamaño de Hanma, pero ella era diminuta, y frente a ella cualquiera era grande; tenía el ceño fruncido y sonrisa socarrona, satisfecha por haber encontrado a su presa.

El poco sentido común que le quedaba a Mirai —ese que existía pero solo hablaba en situaciones extremas— le gritó que saliera de allí inmediatamente. La castaña no tenía tiempo para un duelo mental, así que se volteó y se dispuso a correr, mas una de las manos de aquel chico la sostuvieron jalando su cortos cabellos.

Aquello logró sacarle un quejido a la protagonista, que cuando lanzó su paso a correr fue terriblemente impulsada hacia atrás.

—Te dije que me encargaría de tí personalmente —farfulló, con aires de superioridad.

Entonces él se dispuso a golpearla, pero antes de poder hacerlo cayó inconsciente al piso, soltándola.

Cuando Mirai se giró para enterarse de qué había sucedido, encontró a Manjirō y Celeste a cada lado del cuerpo de su agresor. Ambos tenían sus pies levantados a la altura de lo que vendría siendo la mandíbula de aquel tipo. Los vio incorporarse y no fue muy difícil adivinar que entre los dos le habían aplaudido la cara con una patada al que ahora estaba con los ojos en blanco sobre los charcos de agua.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora