Capítulo 32

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Naoto se adentró acompañado a la comisaría. Celeste y Takemichi seguían los pasos del detective con el mismo semblante que él. Nadie trató de detenerlos porque todos sabían quién era, además, el lugar estaba hecho un completo desastre debido a la ola inminente de crímenes que estaban ocurriendo en Tokyo.

Con pasos firmes, y conteniendo sus inmensas ganas de llorar, se detuvo delante del escritorio de alguien a quien conocía a la perfección.

—Shinomiya-san —llamó, colocando ambas manos sobre la madera exaltado. Trató de contener sus emociones porque ella no tenía la culpa de lo que había ocurrido y probablemente sería la única que lo ayudaría.

—Tachibana... —murmuró la aludida, volteándose en su silla de ruedas hasta colocarse frente a él. Se encontraba imprimiendo unos documentos importantes, mas al escuchar la voz de su compañero se vio obligada a atenderlo.

Por la altura que poseían, Celeste, Takemichi y Naoto pudieron vislumbrar que lo que salía de la impresora no era nada más que las fotos del cadáver de Hinata. Después de ver aquello, el sonido de la máquina en aquella oficina silenciosa se hizo un infierno.

La joven detective se percató con rapidez de lo que incomodaba —con razón— a los presentes y tecleó algo en su computador para que se detuviera. No esperaba ver a Naoto por ahí, al menos no tan pronto.

—Así que eres tú a quien han asignado el caso... —dijo el Tachibana, forzando una pequeña sonrisa de alegría.

—El jefe dijo que estaba prohibida tu prescencia en cualquier cosa relacionada con el caso. Los asuntos personales y los profesionales nunca han sido una buena combinación —soltó ella, recogiendo sus papeles y guardándolos en una carpeta, era una falta de respeto tenerlos ahí.

—¿Y tú estás de acuerdo con él? —inquirió Naoto, observando detalladamente cada movimiento de la joven—. ¿Sabe el jefe que tú y Hina eran amigas hace doce años?

—Lo que sí sabe es que deberías mantenerte alejado del asunto. Ve a casa con tu madre, pide vacaciones y llora a tu hermana. Lo que sea necesario, pero no te obsesiones con la venganza ni con encontrar culpables... —Se puso en pie, colocó la carpeta donde había guardado los documentos en el extremo del escritorio que quedaba cerca del trío de protagonistas y se cruzó de brazos—. No saldrá bien, te lo digo por experiencia.

Takemichi frunció el ceño sin comprender las acciones y palabras tan contradictorias de aquella mujer. Le decía una cosa a Naoto y le proponía sin palabras todo lo contrario.

Por otro lado, Celeste y Naoto ya conocían a Alexia a la perfección. Ella era un enigma, un misterio en su totalidad.

—Tienes que ayudarme a hacer esto sin que el jefe se percate —comentó el Tachibana, tomando la carpeta—. Nunca estaría de acuerdo con que me involucrara en el caso. Necesito ojos y oídos dentro de la comisaría.

—¿Qué parte de todo lo que dije no entendiste? —cuestionó con una sonrisita de medio lado.

—¡Como se esperaba de Xia! —canturreó de repente Celeste, dejando escapar una gran carcajada, cosa que llamó la atención de dos o tres agentes que pasaban por ahí.

Takemichi, casi que por acto reflejo, se abalanzó sobre la pelirrosa y colocó una mano sobre su boca, con el objetivo de callarla. Ellos no debían estar allí y por cómo iba la cosa estaban a punto de hacer algo bastante ilegal, lo mejor era no llamar la atención.

—Shinomiya, necesito tu ayuda para encontrar al verdadero asesino de mi hermana. Tú y yo sabemos que la cadena no termina aquí, que es necesario escarbar aún más a fondo para descubrir quién fue la rata que hizo esto y por qué lo hizo —suplicó, con los ojos brillando de furia y enfado. Naoto estaba que ardía—. Si seguimos conformándonos con pequeñeces los crímenes nunca se detendrán.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora