Espacial °|Primer Futuro|°

892 92 43
                                    

Celeste se encontraba agachada, fumando lo poco que le quedaba de la coletilla del cigarro en silencio, con solo el molesto sonido de los pájaros cantando a su alrededor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Celeste se encontraba agachada, fumando lo poco que le quedaba de la coletilla del cigarro en silencio, con solo el molesto sonido de los pájaros cantando a su alrededor. El cementerio ese día se encontraba vacío, era una de las ventajas de ir un domingo, que era muy raro encontrarse a alguien allí. Ella prefería el mutismo a tener que estar escuchando los llantos y lamentos de los demás.

El clima también era perfecto —nótese el sarcasmo—, jodidamente caluroso, tanto que quería mandar a la mierda al primero que se le cruzara delante. Era de mañana, por lo que el sol estaba en su máximo explendor en el cielo, cubriendo con sus rayos todo lo que veía a su paso.

Celeste dejó escapar el humo de su boca y admiró su cigarro, solo quedaba el cabo. Se paró, lanzó la coletilla al suelo con desdén y la pisó. Luego buscó en sus bolsillos otro cigarro y se lo llevó a la boca, sacó el encendedor que siempre llevaba entre sus pechos y prendió aquella pequeña máquina de matar.

Estando a esa altura admiró mejor las tumbas. Tenía los ojos secos, así que no podía llorar, en algún momento, después de tantos años, ella había perdido todas las emociones, ya no se creía capaz ni siquiera de sonreír. Era simplemente una muñeca andante.

El ruido de una rama partiéndose la obligó a apartar la mirada. Giró su rostro en dirección al sonido y encontró a Kyomi, en pie, maldiciéndose por ser tan descuidada, abrazando su bolso, con una expresión triste. Aquello le sacó un bufido cansado.

—Hola, Celeste —dijo la castaña. Portaba un vestido negro de mangas largas que le llegaba hasta las rodillas, debajo de este llevaba una camisa blanca, de la cual solo se podía ver el cuello perfectamente acomodado sobre el vestido. Tenía su largo cabello recogido en un moño alto. Unos pendientes finos y pequeños que hacían juego con una cadena idéntica.

—Pareces monja —comentó la pelirrosa, apartando la mirada con desinterés—. El paso de los años fue jodido contigo.

—¿Cómo has estado? —inquirió la Kobayashi, ignorando el tono venenoso en aquellas palabras. Más que ofendida estaba preocupada.

—Bien. Mírame. Estoy entera y de una pieza —respondió, irónica, dando una calada a su cigarro, sin dejar de observar aquella tumba.

—Tú y yo sabemos que eso no es así —siseó Kyomi, atreviéndose a dar unos pasos. Antes se encontraba a tres metros, ahora tan solo a dos—. Hace años que no estás bien.

—Y si lo sabes, ¿para que cojones preguntas? —cuestionó la pelirrosa, volteándose a ver a quien, en algún momento de su vida, llamó su amiga.

—He intentado contactarte, pero cambiaste de teléfono, lo haces siempre. No es fácil encontrarte en el cementerio y siempre andas desaparecida —reprendió, abrazando con más fuerzas su bolso. Dios sabía que había que tener valor para atreverse a hablarle a Celeste de ese modo con todo el historial detrás de su persona. Ya era un milagro verla sin que estuviera drogada hasta arriba o cerca de algún crimen.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora