Capítulo 33

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Rei miró a su mujer

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Rei miró a su mujer. Cuando la vio toda seria, con sus ojos furiosos sobre Mirai, entendió que aquel silencio solo estaba destinado a prolongarse. Él conocía a Nozomi mejor que nadie, por tanto sabía cuando ella estaba inconforme con algo. Si no quería que ese pobre chico sufriera un momento aún más incómodo del que estaba experimentando debía hablar.

—¡Oh! ¡Mi niña tiene novio! —exclamó, esbozando una gran sonrisa—. Encantado de conocerte. Mi nombre es Rei Hoshizora.

—Yo soy Manjirō Sano —dijo de vuelta Mikey, elevando las comisuras de sus labios a su máximo explendor. Había imaginado al padre de Mirai como alguien celoso que seguramente estaría en desacuerdo con su relación, alguien que quisiera proteger a su princesa. Al parecer se había equivocado.

—Cuida de mi pequeña Mirai, a veces puede ser muy distraída —comentó, dándole la vuelta a la barra para quedar del mismo lado que todos los demás.

Manjirō soltó una carcajada y miró por el rabillo del ojo a la castaña, esperando poder vislumbrar su risa, pero no fue así. Su sonrisa se borró de golpe al verla tan desanimada. Mirai tenía los orbes apagados, posados sobre su madre, esperando paciente alguna reacción por parte de ella, a cambio, su progenitora solo la ignoraba.

De repente todo se convirtió en silencio nuevamente. El aire se tensó aún más, porque ahora la única incómoda no era Nozomi, Mikey estaba insatisfecho y molesto, no soportaba ver a Mirai deprimida, ni siquiera por cuenta de su madre.

La mayor depositó su liberta de notas sobre la barra y pasó por delante de los presentes sin decir una palabra. Tomó rumbo a la cocina, la cual estaba separada de la cafetería por una puerta.

Manjirō, Mirai y Rei quedaron allí, en pie, con cara de payasos. Los tres habían esperado alguna reacción por parte de aquella mujer, mas no hubo ninguna, habían sido ignorados.

—Lo siento —Rio el padre, sobándose el cuello—. Tengo que atender a los clientes, aún no cerramos.

Aunque había disfrazado sus disculpas con la excusa de los clientes, todos comprendieron que el verdadero significado de ellas radicaba en el obvio desacuerdo de Nozomi con aquella relación. Él lo sentía por su hija, sabía que de ahora en adelante las cosas serían un poco duras para ella por cuenta de que, cuando a su mujer se le metía algo entre ceja y ceja, era imposible hacerla cambiar de opinión.

—Claro, papá —contestó la pequeña, encogiéndose de hombros mientras forzaba una sonrisa—. Yo también tengo tareas que hacer.

Dicho aquello, el rubio divisó a Mirai voltearse hacia él. Sus profundos ojos indagaron en aquel semblante completamente fingido. Ella quería hacerle creer que no la había afectado la actitud de su madre, pero lo que Mirai no sabía era que para Manjirō, ella comenzaba a ser como un libro abierto.

—Gracias por acompañarme, Jiro-kun —añadió, al notar que él no se movería de allí a menos de que ella se lo dijera—. Ya puedes regresar. Cele debe estar esperándote.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora