Capítulo 8

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A Draken lo frustraba tener que depender de Celeste, pero sabía que nadie mejor que ella para darle mantenimiento a su moto. La chica era insuperable en la ToMan cuando se trataba de ello, desde pequeña estuvo aprendiendo y tenía talento. No había remedio, podía confiarle a su amiga tal tarea sin temor alguno.

Estaban en un viejo garaje que alquilaba Celeste a unos vecinos con el dinero que ganaba con sus actividades de modelo. El propósito del lugar era ese: tener siempre dónde reparar las motos de sus amigos y la suya propia. Ser famosa tenía sus ventajas.

Draken se encontraba a varios pasos de la pelirrosa, recostado a la pared del lugar, cruzado de brazos. La miraba mientras se debatía internamente si formular su pregunta o no, porque conociendo a la chica frente a él, terminaría alterado.

—¿Cómo está Kyomi? —cuestionó, interrumpiendo el discurso emprendido por su mejor amiga para reprenderlo por ser tan descuidado con su moto. No quería sonar preocupado pero vaya que le salió mal, no podía dejar de pensar en la salud de la chica que había nombrado.

Celeste se giró a verlo y dejó escapar una risita de medio lado que lo aterró, puso esa cara traviesa y juguetona que seguramente vendría acompañada de algún chiste con segundas intenciones. Se conocían desde hacía años y eran algo así como hermanos, sabía con exactitud que proseguía a cada expresión satánica de esa fémina.

Ella se encontraba de cuclillas en el piso, con una llave de boca fija entre sus manos; sus ropas —constituidas por un pantalón y un pullover negro que en algún momento de la vida había robado a Manjirō— estaban llenas de grasa y tenía la cara manchada igual; al menos su cabello se había salvado por el pequeño moño que solía hacerse para evitar que cayeran desperdicios sobre este. Traía una sonrisa que procuraba sorna, una mirada que juraba picardía y un brillo peculiar en sus ojos.

—¿Por qué no vas a verla tú mismo si estás tan preocupado, Ken-kun? —inquirió moviendo sus cejas en un baile divertido.

—¡No estoy.. —comenzó, gritándole de forma tosca, pero luego se calmó. Apartó la mirada y farfulló en sus pensamientos dos maldiciones—. Solo es un resfriado, no hay necesidad de preocuparse por eso.

Celeste amplió aún más su sonrisa. Si Draken pudiera verse como ella lo veía en ese instante seguramente entendiera muchas cosas. A pesar de tratar de mantener su semblante estoico vacilaba ante la duda y se veía tan inquieto, con un sutil —casi invisible pero existente— sonrojo adornando sus mejillas.

—Me pregunto por qué los chicos pensarán que preocuparse los hace ver débiles —comentó ella, ganándose la atención de su compañero. Miró al techo y comenzó a lanzar y atrapar la llave de boca fija con destreza—. No todo en la vida son las peleas y Manji, hay mucho más que tú ignoras, Ken-kun, un día lo descubrirás.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora