Capítulo 25

874 107 85
                                    

Mirai sonrió con dirección a Kyomi y Celeste, sus dos amigas charlaban tranquilamente en el exterior de la sala

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mirai sonrió con dirección a Kyomi y Celeste, sus dos amigas charlaban tranquilamente en el exterior de la sala. Esa mañana había acompañado a Takemichi al hospital a visitar a Draken, luego iría a una cita con Manjirō a petición del mismo. Por un momento entró y recibió un agradecimiento y un abrazo por parte de Ken, pero luego vio que este deseaba tener una conversación a solas con Takemichi y les concedió la privacidad.

Ahora se encontraba en el pasillo, Kyomi —quien no se había separado de Draken por nada en esta última semana— había salido con ella, notando también que sobraba. Celeste llegó un poco más tarde.

—¡Oh, cierto! —exclamó la castaña, interrumpiendo la conversación de las chicas—. Lo había olvidado.

Las dos féminas observaron en silencio y con los ojos bien abiertos como Mirai buscaba en la bolsa que traía en sus manos algo. No pasaron muchos segundos hasta que la protagonista sacó el kimono de la pelirrosa y se lo extendió. Celeste tomó su pertenencia con los ojos bien abiertos, con todo el problema y los líos había olvidado por completo el asunto.

—Debo disculparme, lo utilicé para frenar la hemorragia de Draken-kun —dijo, encogiéndose de hombros—. Era algo importante para tí, así que me esforcé lavándolo para que no quedara ni rastro de la mancha. Lo siento.

Celeste observó su pieza de tela con una sonrisa. Se imaginó a una Mirai empeñada lavando a mano su kimono.

—¡Es que te tengo que amar! —soltó, segundos antes de abalanzarse sobre la Hoshizora. Abrazó a Mirai de forma pegajosa y restregó su mejilla contra la de la castaña—. Eres la cosa más linda del mundo, Rai Rai.

—Cele... —reprochó la aludida, con un sonrojo en sus mejillas viendo pasar a algunos pacientes. Obviamente estaban siendo el centro de atención.

—Mira, Omi-chan, dime si no es una dulzura —añadió la Izumi, mientras abrazaba aún más fuerte a Mirai—. Nos hace el favor de nuestras vidas y encima se siente culpable por manchar mi kimono.

Kyomi sonrió, negando. Ella conocía también los ridículos que era capaz de hacerte pasar Celeste cuando quería, sabía de buena mano lo que estaba sufriendo ahora Mirai.

—No tenías que hacer nada, Rai Rai —informó Celeste, separándose—. Eres un angelito todo precioso y divino. Siempre estaré en deuda contigo por lo que sucedió el 3 de agosto, Kyomi nos lo contó. Sé que salvaste de la vida de Ken, y eso no podré pagarlo ni con la mía.

—Eso no será necesario, yo también tengo una deuda con ustedes —confesó la castaña, sonriendo de igual modo—. Y también siento que jamás podré pagarla. Aprender a aceptarme a mí misma no hubiera sido posible jamás sin Kyo-chan y tú, y puede que todavía no tenga la confianza suficiente, pero sé que algún día seré capaz de mirarme al espejo y defenderme mejor que a nadie. Gracias.

Celeste y Kyomi vislumbraron anonadadas semejante ataque de sinceridad, acompañado por una mini reverencia. Se miraron, y supieron que sentían el mismo calor en el pecho que la otra. Ellas decidieron, sin palabras, que ocurriera lo que ocurriera de aquí en adelante, protegerían a Mirai.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora