Capítulo 37

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Takemichi le había pedido a Mikey de por favor que lo dejara acompañar a Mirai a casa

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Takemichi le había pedido a Mikey de por favor que lo dejara acompañar a Mirai a casa. Él necesitaba hablar con su mejor amiga, eso Manjirō lo comprendió y respeto.

Mirai trataba de evitar la mirada del rubio todo lo que podía mientras caminaban a la par. Estaba bastante avergonzada. Lamentaba el silencio tan espantoso que se había formado entre ambos, pero, aunque trató de encontrar algún tema de conversación, le fue imposible hablar.

Se aferró frustrada a las asas de su meletín y agachó la cabeza. Comenzó a contar sus pasos como una distracción desesperada para no pensar mucho en el asunto. Mientras más le daba vueltas en la cabeza a la pérdida de su hevilla, las mentiras que dijo para encubrir a Honoka y la escena que habían montado sus amigos en la escuela, más se sonrojaba y quería huir.

De un momento a otro alzó la vista, fijándose en todo a su alrededor. Frunció el ceño al no reconocer el paisaje. Rápidamente volteó a ver a su mejor amigo.

—Mi-chan, por aquí no se llega a casa —informó la joven, bastante confundida.

—Lo sé, Mirai-chan —respondió Takemichi, regalándole una de sus increíbles y resplandecientes sonrisas.

—Entonces... —comenzó la castaña. Tuvo que cortar sus palabras un momento para esquivar a una persona—. ¿Qué hacemos aquí?

El Hanagaki no contestó, en cambio apuntó con sus barbilla hacia una dirección por encima del hombro de la chica. Habían llegado.

Mirai alzó una ceja, dándose la vuelta sobre su propio eje para poder describir cual era el misterio. Sus pupilas se dilataron tanto que parecía que se saldrían sus ojos. Abrió ligeramente su boca tratando de decir algo, pero solo lograba balbucear cosas sin sentido. Su mente viajó en el tiempo y eso hizo que su corazón se acelerara con aquella hermosa sensación.

Frente a ella había una vieja tienda donde vendían ropa y cosas para el cabello. No era una casualidad. Ese mismo lugar había sido en el que, muchos años atrás, Takemichi le había comprado a Mirai su hebilla.

—Todavía no la han quitado de aquí —comentó el rubio, colocando una mano sobre el hombro de su amiga. Esbozó una gigantesca sonrisa al verla tan perdida en el paisaje—. ¿Entramos?

—Mi-chan... —lloriqueó la joven, doblando su rostro para poder verlo. Tenía los ojos cristalizados, un puchero hecho y le temblaba el labio inferior. Parecía una niña pequeña.

Takemichi no dijo nada. Soltó una risita con la imagen de la chica. Eso le trajo tantos recuerdos agradables y dulces. Siempre había adorado a Mirai, porque si existía alguien más llorón que él, esa definitivamente era su mejor amiga.

Le dio un pequeño empujoncito para que comenzara a andar y él también lo hizo. Al entrar al local la campanita que anunciaba su llegada sonó. Ninguno recordaba con claridad si había estado allí desde siempre.

Wabi-sabi •|Tokyo Revengers|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora