Capítulo. IV

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Siglo XVII, 1697, 25 de junio
3 horas antes del atentado.

El sol estaba saliendo y mi condena se acercaba. El profesor se quedó a mi lado mientras los caballeros regresaban a sus puestos.

—Profesor, ¿qué tan malo puede ser el castigo? —le pregunté temblorosa.

—No puedo responder eso Mavra, no me corresponde —dice preocupado.

Mi mente viajó desde los castigos más crueles hasta los más mínimos que podía recibir. Los dolorosos era lo más cercano a lo que me podían imponer, sé que cometí la falta más grande hacia mi monarquía.

—Mavra. —Mi nombre me sacó de mis pensamientos.

—Dime, Bene —digo asustada.

—No lo pienses demasiado, todo va a estar bien —señala Benedict en un tono despreocupado, mas su expresión dice otra cosa.

—Está bien, para cambiar el tema, ¿profesor usted qué tipo de doctor es? —le pregunto.

—Médico general, soy el doctor personal de la realeza y se podría decir que jefe principal de los dos hospitales.

—Espere, ¿qué? —Quedé anonada con su respuesta—. ¡¿Usted es el milagro con piernas?!

—¿Milagro con piernas? —me pregunta extrañado, haciendo un esfuerzo grande por no morir de la risa.

—¡Sí!, la única persona que revive a los muertos; sé que eso es imposible pero creo que se refieren a los pacientes al borde de la muerte —digo emocionada, tuve conocimiento del héroe gracias al bisabuelo de Benedict.

Se encontraba a mi lado, sentado con la espalda recargada contra la pared, pero se levantó y me miró desde mis pies.

—Ya entiendo, hablan de los tumores. Son difíciles de extraer aun con nuestra tecnología tan avanzada, pero tienen razón al decir que revivo muertos. Son personas que ya no tienen tanta esperanza de vida.

—¿Por qué nunca me dijo que mi profesor era la persona más impresionante del mundo? —lo cuestiono llorando falsamente.

Su risa resonó por la habitación, él es una gran persona. Su cabello oscuro hace resaltar esos ojos verde esmeralda, su complexión física mediana le da ese toque divertido pero sus ojeras marcadas y su masa muscular tonificada agrega misterio a su persona.

—Profesor nunca pregunté por su edad, ¿puedo saberla? —inquiero intrigada.

—Claro Mavra, actualmente tengo treinta y cuatro años —dice carismático.

—No se ve de la edad —espeto arqueando una ceja.

—¿Me estás diciendo joven? —exclama eufórico por la respuesta.

—Se ve un poco mayor, señor.

Su cambio de expresión repentino y exagerado hizo que no pudiera aguantar mis carcajadas, era realmente gracioso. Nos reímos un rato más mientras Benedict se marchaba al mercado verde.

Aleyda y Eliezer se fueron a trabajar en la madrugada, mencionaron que iban a regresar rápido para acompañarme al castillo, no quiero tenerlos cerca... necesito que huyan lejos. Deseo que corran y se escondan, la muerte está entre una de las opciones.

Fue mí error, debí de ser más firme con mis movimientos. Necesito que se vayan, no pueden sufrir mi condena solo por ser los que ocupan el puesto de ser mis padres.

—Profesor, ¿creé que ellos puedan escapar? —le pregunto seriamente.

—Lo dudo Mavra, es peor si escapan. A sus cabezas se les pondría precio, pero te diré algo, haré lo que pueda para convencer al rey de otra cosa si es que decide el castigo en el que estás pensando.

El Caballero de la Reina I [La Infancia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora