Siglo XVIII, 1701, 7 de julio
10:28 A.M.Desperté teniendo en frente ese techo azulado, que te muestra el sol y la luna con muchas estrellas, de un cuarto que pensé que jamás podría volver a visitar.
Dabria y yo dimos un gran paso no hace mucho tiempo, y aunque apenas estamos acostumbrándonos todo está marchando bien. Es cierto que hay días donde no tenemos ganas o hay algún sentimiento encontrado que no nos permite seguir por lo que ideamos un plan.
Dos días de la semana se los dedicaríamos a intentar avanzar aún más, a superar ese hecho que ha marcado nuestras vidas de una manera brutal. Esos dos días los pasamos en su antiguo cuarto, lo usamos para llenarlo de nuestros nuevos y mejores aires con tal de revivir aquella esencia encantadora con la que estaba lleno. Esos dos días marcan momentos importantes en nuestro día a día, y para poder reponernos regresamos a la habitación que compartía con mis compañeros.
Me removí al lado de Dabria para acomodarme y quedé frente a su rostro dormido, acaricié sus mejillas infladas con mi nariz y disfruté su calor. La abracé entre mis brazos y le di un pequeño beso en la frente. Despertar aquí se siente extraño, a veces.
Miré su ventana y el sol ya estaba listo para comenzar su carrera donde la meta es quedar frente a la ventana de la princesa. Miré varios pájaros cerca de los árboles y contemplé la forma en la que volaban; todos tenían un método distinto para hacerlo, aunque sean pájaros de la misma especie, cada uno tuvo que buscar la forma de adaptarse a los cielos.
Me deslicé fuera de la cama y del buró tomé el anillo que me regaló la bolita de carne para ponérmelo. Me rasqué la cabeza y con un bostezo me levanté de la cama, fui al baño para revisar si ahí estaban las cubetas, o si tenía que subir unas, pero en una esquina estaban dos.
Con las cubetas en la mano, una cara de apenas despertarme y medio dormida miré mi reflejo en el espejo. El nuevo vestido que uso para dormir estaba atorado por la parte de mi pecho, con razón se sentía tan fresco, mostrando más de lo que debería.
Observé mi reflejo y mi pecho aún seguía un tanto plano, el profesor me dijo que no tardaría en desarrollarme pero ya tengo catorce años y no es posible que no haya cambiado esta parte de mi cuerpo en absoluto, por otro lado mi abdomen marcado por pequeños cuadros de músculo no me gusta pero ver mi entrepierna llena de vellos hace que me olvide de todo lo demás.
Acomodé mi vestido junto con un suspiro y fui al área de aseo por agua para lavarme, puede que esté cerca pero es más tedioso subir incontables escaleras para poder llenarla.
***
—¿Qué le pasó? —me pregunta un sirviente que se encontraba por ahí.
—¿De qué habla? —le inquiero con un bostezo adherido.
—Tiene sangre. —Señaló uno de mis costados y al instante miré qué era.
Las cubetas sonaron al moverlas repentinamente, las dejé en el piso, y extrañada por la mancha oscura la observé de cerca. Entré corriendo a la zona de las bañeras y me quité el vestido rápido, busqué una herida o algo que estuviera sangrando en mi cuerpo y no vi nada.
Examiné la mancha con atención y miré bien donde estaba, extendí el vestido frente a mí y vi que estaba un tanto fresca. Le calculo unas cuantas horas cuando mucho, pero me extraña que sea tan oscura.
—¡Oh! ¿Está en esos días del mes, señorita? —me pregunta una dama a mis espaldas.
—¿No? —le digo extrañada.
—¿Cómo no va a estarlo? Ya vio esa manc...
Me puse el vestido y salí corriendo antes de que terminara de hablar, si esa sangre no es mía la única que estuvo a mi lado es Dabria... por favor que no sea de ella.
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El Caballero de la Reina I [La Infancia]
أدب تاريخيMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...