Capítulo. XLVII

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Asmodeo Giordano

Mavra ayer faltó a la práctica, que era muy importante, y hoy de nuevo despertamos mirando fijamente su cama alborotada y vacía.

—¿Qué haremos? —pregunta Nazaire al aire.

—No podemos decirle a la cara que deje de irse a meter a escondidas al cuarto de la princesa... Pero no estaría nada mal, eh —le propongo malicioso.

Maël tarareó algo corto que no logré entender y Nazaire lo tradujo, en el proceso yo miré de arriba a abajo al anormal que no habla con desprecio y el hizo lo mismo al sentirse presionado.

—Dice que es mejor evadir eso, y tiene razón. —Hizo una pausa, pensando profundamente y abrió de nuevo la boca—. ¿Qué tal si no se siente cómoda entre nosotros?, somos hombres y ella apenas es una niña —comenta de forma acertada.

—No lo había pensado antes. —Le doy la razón.

Maël asintió también a las palabras de su hermano y yo seguí su análisis.

—¿Y qué hacemos entonces? —los cuestiono en voz alta después de un silencio aburrido—. Le preguntamos o qué.

—Yo hablaré con ella —concluye Nazaire.

—Como sea... —Pensé unos segundos y como no decían nada decidí abrir la boca yo—. ¡Mañana tenemos que ayudar en el castillo! —me quejo en voz alta, caminando hacia la puerta.

—Sí, pero no hay ningún evento especial estos días así que no será tan tedioso —me comenta Nazaire.

—Sí, claro —respondo en un tono andino para marcharme.

Bufé por el simple recuerdo de la cara de esa niña machita y me detuve en seco al desenterrar más recuerdos, su cara divagó en varias profundidades de mi memoria y me mostró cosas que ya había olvidado.

—Esta cría —espeto entre risas.

—¡Asmodeo!

Giré en mi lugar y me encontré con los hermanos viniendo hacia mí.

—¿Qué quieren? —les pregunto indiferente.

—Maël necesita ir al cuartel por unas cosas y no me quiere dejar solo —me contesta en el mismo tono.

Me reí por su respuesta y accedí a cuidarlo.

—Me pagarás cuatro vrencos por cada diez minutos —le advierto a Maël.

Entornó sus ojos y se marchó rápido, yo tomé la mano de Nazaire y la entrelacé con mi brazo para caminar juntos.

—¿De qué te reías hace rato? —me inquiere entre un silencio.

—¿Cuándo? —le pregunto como si no supiera con tal de molestarlo.

—Cuando Mavra se fue —destaca tranquilo.

—Memorias —le respondo suavemente.

—Llévame al salón de aquella vez —me pide después de dar varias vueltas por los pasillos.

Yo no le respondí y simplemente caminé hacia donde quiere ir. Nadie dijo nada en el transcurso hacia allá y me alegré porque el silencio fue cómodo.

Toqué la puerta con mis nudillos y nadie respondió, el ala izquierda a estas horas está un tanto vacía por lo que no me sorprendió.

—Ya llegamos —le aviso.

Lo guie hasta la primera escultura y él le examinó el rostro con las manos.

—Yo puedo crear una imagen en mi mente con solo el tacto... Maël una vez me dijo que era impresionante cómo es tan exacta —habla mientras toquetea la escultura.

El Caballero de la Reina I [La Infancia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora