—Dios mío, no lo puedo creer —expresa sorprendida por todo lo que le conté.
—Sí, esa es mi vida por el momento, no parece real ¿cierto? —concluyo más relajada.
—Lo siento tanto, Mavra —espeta triste.
—No le recomiendo llamarme así, el rey ordenó que Ansel va a ser el único nombre que utilice dentro de estas paredes —le advierto.
—Lo haré cuando no haya nadie cerca, Mavra es tu nombre y Ansel fue una medida de precaución. Tu nombre siempre será Mavra y no dudo que tu madre lo haya elegido. No dudo en absoluto que te hayan amado, apuesto a que esperaron con muchas ansias tu llegada —me asegura sonriente para pensar unos segundos—. ¿Crees en el destino? —me pregunta mientras mete sus dedos en el agua.
—No lo...
—Piénsalo —me interrumpe para levantarse e irse del cuarto.
Con mi mano provoqué que el agua bailara y mi cabello largo seguía el movimiento fluido que creaban las ondas. Tomé las puntas de mis mechones negros y las acaricié, son tan suaves ahora, con el cepillo la señorita se deshizo de muchos nudos. Por primera vez me sentía tan limpia y relajada que mi mente se permitió viajar libremente por el pensamiento de qué era el destino.
Las Moiras son la personificación de este, dicen ser la fuerza que actúa sobre los seres humanos y son una sucesión inevitable de acontecimientos de la que ninguna persona puede escapar, algo escrito que nadie puede borrar o cambiar.
Escuché como abrían la puerta y giré lo más rápido que pude.
—Me asustaste —espeta la joven en un jadeo, llevando su mano al pecho.
—Lo siento, a veces estoy distraída y reacciono sin pensar —confieso entre risillas mientras se acerca a mí con un balde de agua caliente.
Con una vasija pequeña tomó agua caliente y la dejó caer lentamente en la orilla de la bañera para no quemarme, la temperatura del agua empezó a aumentar y mis músculos se dejaron de tensar.
—Los de allá son toneles, si no me equivoco y mal no recuerdo —le comento a la joven.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta sorprendida, mirando las cubetas gigantes.
—El doctor Salvatore impartía clases en Maragda, estudié mucho con él.
—Dios, cada vez me impresionas más —espeta asombrada—. ¿Tú eres uno de los niños prodigio? —me inquiere.
—Algo así, ya me ha mencionado que me considera uno.
—Entonces sí deberían de construir escuelas allá —asegura con una media sonrisa, terminó de verter el agua en la bañera y se sentó en el balde—. El doctor ha estado discutiendo con el rey acerca de eso, su argumento es que tiene niños prodigio en Maragda y tenía uno en específico que no le tenía miedo a la cima del conocimiento. No dudo que seas tú, pero el rey no ha concedido el permiso por problemas financieros —me explica.
—Sí me enteré de eso, sé que todo va a mejorar. El rey sabrá manejarlo.
—Sí, él es increíble —expresa melosa.
—¿Lo es? —le pregunto extrañada.
—Sí, a pesar de tener problemas nos da un techo y muchos no somos de aquí, además de que es muy bueno con sus súbditos.
—¿En serio? —insistí.
—¡Sí!, casi todos los extranjeros venimos del sur, nuestra nación era muy pobre y estaba en guerra. Se estaba cayendo a pedazos y necesitábamos refugio, nos arrastramos entre tantos reinos y el único que dejó sus puertas abiertas para nosotros fue Vreoneina. El rey siempre fue justo y honesto, es algo admirable.
ESTÁS LEYENDO
El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Historical FictionMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...