La Ilíada terminó frente a mis ojos y algo en mi pecho, no despertó pues ya estaba allí, se hizo más notorio y lo he estado ignorando por tanto tiempo que llego un punto en donde duele. Pero duele más ver como Aquiles perdió a Patroclo... como yo en cualquier momento puedo perder a Dabria.
Pensé en este último mes, como nos volvimos expertas bailando, como ella sonreía más seguido con el simple hecho de poder expresarse sobre el papel y como se reía de mí cada vez que desafinaba mi violín de tanto tocar.
Recuerdo que una vez intenté tocar formalmente para ella, llegando repentinamente a su lado para tocar una nueva melodía que aprendí. He de decir que estaba muy emocionada y puede que esa haya sido toda la razón para que dos cuerdas se rompieran; Dabria le contó a Asmodeo y se han burlado de mí por un buen tiempo.
Me reí el voz baja y le di un beso suave en su frente, dejando de lado el libro. Mi profesor remarcó muchas frases emblemáticas sobre las páginas y todas y cada una me deleitaron el corazón a pesar de que la historia fuera triste.
Me acurruqué a su lado, apagando la vela sobre el buró con un soplido de mis labios. Cerré los ojos y sonreí al recordar que se durmió más temprano por lo emocionada que estaba.
Siglo XVII, 1697, 14 de diciembre
8:52 A.M.Abrí los ojos, fijándome en el techo y el candelabro con velas casi nuevas. Suspiré y giré en mi lugar para abrazar a Dabria, pero ella ya no estaba. Me senté estrepitosamente, con el corazón latiéndome a mil, buscando por toda la habitación su cabello dorado.
Me levanté de la cama, corrí hacia el pasillo y la busqué.
—Dabria —mascullo con la voz ronca.
Pero no fue hasta que le eché un vistazo al ventanal que recordé qué día es hoy. La nieve caía pacífica y lenta, no había viento que la molestara esta mañana. Disfruté del paisaje blanco unos momentos y regresé a mi cama caliente.
De seguro ha de estar haciendo sus planes con mi profesor, desde ayer los vi muy emocionados.
Fui al área de aseo para lavarme y derretirme en el agua caliente. Se siente tan bien ser abrazada por un frío vigoroso para que el baño se deshaga de todas esas capas congeladas sobre tu piel. El invierno es mi estación favorita.
Saludé a todos en cuanto llegué y fui directamente a preparar mi bañera, ya no permitía a alguien más hacerlo después de ver las manos de aquella mujer.
En mi mente apareció la imagen del teniente y sus cicatrices, del general de brigada permanentemente lastimado y de mi profesor con el corazón hecho pedazos. Todos ellos, incluyendo a la mujer, son capaces de sonreír aun cuando cargan esas cicatrices que guardan sus pasados. No dudo en que cada uno tiene su historia marcada por algún hecho, un hecho mil veces peor que el mío, y si ellos son capaces de enfrentar y superar a sus sombras entonces yo también puedo hacerlo. Yo también puedo sonreír aún con esta cicatriz.
—¡Caballero! —exclama alguien a mis espaldas.
Giré en mi lugar con cuidado para no derramar el agua hirviendo y me encontré con la primera señorita que me apoyó cuando vine aquí. Le regalé una sonrisa y me siguió hasta la división de hombres.
—¿Cómo ha estado, señorita? —le pregunto una vez dentro.
—Muy bien, ¿y tú? Veo que has crecido bastante —me responde emocionada.
—¿En serio? No lo noto mucho —le digo, mirando mis manos llenas de callos.
—¡Sí! Te has puesto muy fuerte.
ESTÁS LEYENDO
El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Historical FictionMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...