—¡Me alegro mucho! —expresa entusiasmada.
—Yo también estoy contenta —le digo sonriente.
Dos golpes detrás de la puerta se robaron toda nuestra atención.
—¿Sí? —preguntó la joven en voz alta.
—Soy el mayordomo, vengo por Ansel.
La señorita procesó la información y cuando la captó dio un pequeño brinco en su lugar y torpemente fue a abrir la puerta.
—Una disculpa si nos demoramos —le dice riendo nerviosa mientras lo deja pasar.
—¿Lista, Ansel? —me pregunta acercándose a mí lentamente.
—Sí, señor —le respondí asintiendo con la cabeza.
Caminó detrás de mí y me empujó hacia la puerta, antes de retirarnos pregunté si todavía no podía calzar algo.
—Aún no me han dado nada, supongo que mañana cuando terminen de quitarte lo que tienes te van a dar un par —me dice la joven levantando los hombros.
—Sí, opino lo mismo, Ansel —comenta el mayordomo a mis espaldas.
—Entiendo, es raro ver mis pies —les declaro, viéndolos para mover mis dedos.
La joven dejó salir una que otra risilla y yo la acompañé con una pequeña carcajada.
—Muchas gracias por todo, sinceramente se lo agradezco, espero poder volverla a ver pronto señorita —le digo inclinando la cabeza profundamente.
—El placer es todo mío, caballero —me contradice haciendo una reverencia con el torso.
Le regalé una última sonrisa y el mayordomo hizo lo mismo, me empujó fuera de la recámara para atravesar el pasillo idéntico al otro cuarto de servicio y salimos del área.
—El rey solicitó tu presencia en el invernadero del castillo —me anuncia.
—¿Invernadero? —inquiero curiosa
—Es un lugar cerrado y accesible a pie que se destina al cultivo de plantas, tanto decorativas como hortícolas, es principalmente para protegerlas del exceso de frío en ciertas épocas del año —me explica relajado mientras camina entre los pasillos.
—Entiendo, ¿las plantas hortícolas son las que están destinadas al consumo? —le pregunto dudosa por estar mal.
—Sí, son plantas de huerto que se utilizan como alimento y se denominan hortalizas, aunque ahí también entran plantas medicinales —me aclara.
—Ahora sí lo entiendo completamente, suena divertido.
—¡Lo es! Al rey le gusta cultivar y como dicen, qualis pater talis filius: 'como es el padre así es el hijo' en latín —comenta entre risillas.
—¿Dabria gusta de esa actividad? —le pregunto intentando no sonreír por la respuesta.
—Así es, tiene un campo de flores frente a su alcoba. Ella ayudó en su mayor parte a plantarlas y cuidarlas, a veces hace ramos o nos regala sus florecitas. Es una buena niña solo que la conociste en el momento equivocado —me declara apagado.
—¿Escuchó cómo fue mi encuentro con la princesa? —le pregunto en un suspiro.
—Lo lamento, sé que va a ser más difícil para ti. Siempre estaré aquí para apoyarte si alguna vez necesitas saber algo, yo he visto a esa pequeña desde que nació —me anuncia alegremente.
—De acuerdo, no sabe cuán agradecida estoy con usted —le expreso en un tono cálido.
—Es todo un placer, caballero.
ESTÁS LEYENDO
El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Ficção HistóricaMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...