Siglo XVII, 1697, 6 de agosto
5:13 P.M.Me despedí de la princesa antes de marcharme al cuarto para cambiarme, no sin antes que ella me regalara un tierno beso como sello final. Los hermanos y Asmodeo me esperaban fuera del cuartel, y me uní a ellos antes de que pasara más tiempo.
—¿Cómo les fue? —les pregunto, recordando que entrenaron casi todo el día.
—Bien, tenemos un plan, Ansel —me responde Nazaire entusiasmado.
—¿Estás lista para arrasar con todos? —me pregunta Asmodeo decidido, mirando el horizonte.
He de admitir que es bello el maldito, por más que haya momentos donde no me agrade del todo, tiene sus encantos.
—Claro que sí —le digo determinante, así como la princesa el día de hoy.
—Cada uno participará en categorías distintas para que no choquemos entre nosotros. —Lentamente agilizamos el paso porque ya había una carreta destinada a que nos llevara al coliseo—. Asmodeo se queda con los juegos a distancia, yo y Maël podemos participar en casi todos de cuerpo a cuerpo y tú puedes quedarte con los sobrantes, que no son muchos.
—Arquería, tiro de jabalina, el tiro con armas de fuego y las carreras largas. De eso yo me voy a ocupar —espeta Asmodeo que iba delante de nosotros.
—Yo y Maël competiremos en la lucha a cuerpo a cuerpo, la esgrima, la lucha entre espadas y lanzas, también entraremos al tiro con armas de fuego pero diurna —me comenta.
—¿Diurna?, entonces, ¿hay una versión nocturna para los juegos? —los cuestiono extrañada.
—Sí, de mis categorías me encargaré de las dos versiones. Tú tienes que ayudar a ellos con las nocturnas porque a Maël se le complica más en la oscuridad —habla Asmodeo engreído.
«Cállate», tararea Maël.
—¿Estoy equivocado, crío? —le inquiere, entendiendo perfectamente el tarareo del hermano.
Su silencio le respondió, pero ese silencio se expandió hasta que llegamos a la carreta.
—Buenas —saluda Nazaire al jinete.
Este simplemente asintió y dio marcha a los caballos. El ambiente no era incómodo, pues estamos muy bien acostumbrados a la presencia de los otros, pero está muy tenso.
—Lo lograremos —espeto al aire—. Tenemos que demostrarles que los alumnos pueden superar a cualquier maestro.
Asmodeo me regaló una media sonrisa junto con un suspiro corto en señal de conformidad, Maël simplemente asintió y Nazaire ladeó su cabeza para sentir directamente la brisa que creaba el trote rápido de los caballos.
En cuanto llegamos al coliseo un escándalo proveniente de su centro nos dejó en duda, ¿qué estaba pasando? Bajamos con la guardia en alto, la carreta se marchó a nuestras espaldas mientras analizábamos el coliseo con la mirada.
Caminamos por una de las tantas entradas y rodeamos una sexta parte del edificio para llegar a la única puerta que da directamente a la arena. Para nuestra sorpresa había varias mesas, eran las mesas de inscripción para las categorías.
—Hay que dividirnos, cada uno vaya y entre a su división —nos manda Asmodeo.
—Entiendo —le respondo a su orden.
«Vale», le tararea Maël al ver que es lo más sencillo de entre todas las opciones.
Mientras Asmodeo se iba decidido hacia un lado los hermanos se fueron al otro. Yo solo pude divisar una fila corta y me dirigí hacia ella.
ESTÁS LEYENDO
El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Ficción históricaMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...