—¿Qué mal le hicieron las pobres puertas, señorita? —le pregunta el mayordomo a la dama.
—Nada, señor —aclaró de forma entrecortada.
—Mira, mira cómo es —me susurra mi profesor mientras se ríe.
—¿Tengo que enseñarle cómo se abre una puerta? —le pregunta.
—No, señor, fue mi error.
—Que no se repita, si hay alguien adentro o no ese tipo de comportamiento no lo voy a aceptar —señala en un tono molesto.
—Así será, señor, una disculpa —dice la joven haciendo una reverencia.
El mayordomo en solo dos pasos se colocó de forma pulcra al lado de la puerta, con la espalda erguida y sacando un poco el pecho dejó pasar a la señorita. Era una joven de aproximadamente veinticinco años; con una bandeja de oro y platos llenos de colores llamativos se acercó a nosotros.
—Aquí tiene capitán y caballero. Una disculpa por mi intrusión, por favor disfruten sus alimentos —explica finalizando con una reverencia del torso para marcharse junto al mayordomo.
—No había visto esa faceta suya —comenté en voz alta.
—Cuando se trata de su trabajo él es muy serio, en todos sus ámbitos —me responde mi profesor.
—Entiendo.
—¿Sabías que somos uno de los primeros reinos que aplica lo que es el desayuno en las comidas? Nosotros antes solo teníamos la comida al medio día y una cena ligera, pero desde que llegó esta comida en la mañana muchas cosas cambiaron —comienza explicándome—. La palabra significa literalmente romper el ayuno de la noche, y créeme cuando te digo que la nación entera se volvió más energética por agregar una tercera comida. Cambió demasiado a las personas, y a mí en lo personal me encanta —señala riendo y susurrando las últimas ocho palabras.
—Escuché que las personas a veces cambian repentinamente su actitud por el hambre —le comento entre risillas.
—Y así es Mavra, por el simple hecho de la falta de energía en el cuerpo y esa molestia en el estómago la gente cambia su comportamiento.
Le echó un vistazo a mi plato para fruncir el ceño y levantarse de la mesa rápidamente, con pasos largos y pesados salió por las puertas hacia la cocina. Miré el cuenco que tenía al frente y no pude notar nada extraño; es una sopa blanca y espesa con trozos de trigo, lo único que reconozco de todos los platillos es el pedazo de pan al lado de mi plato. Ni un minuto después el estruendo de las puertas me hizo brincar de mi asiento, el profesor se acercó con pasos largos hacia mí y atrás de él lo acompañaba el chef.
—Mire, ¿qué es eso? —cuestiona el profesor a mi lado, apuntando a mi plato y en un tono molesto.
—Lo siento mucho, capitán. No sabía que le sirvieron eso al caballero, discúlpeme. Estoy muy apenado —expresa el chef aterrado por lo que pueda decir mi profesor.
—Traiga sus mejores carnes, quiero ver esta mesa llena de proteína —ordena mi profesor sin mirarlo.
—Claro que sí, capitán. —Con el miedo en su cuerpo el chef se marchó rápidamente.
—¿Qué hay de malo con estos alimentos, profesor? —le pregunto extrañada, siguiéndolo con la mirada mientras él toma asiento de nuevo.
—A gente de clase baja solo se les autoriza comer cereales y verduras, a veces legumbres y frutas pero nunca carnes. La proteína, que es todo de origen animal, solo la ingieren personas de clase alta, la realeza y nuestro ejército —me explica molesto viendo las puertas del comedor amenazante.
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El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Ficção HistóricaMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...