Bajó su vista pensativa, el viento columpió su cabello dorado y el sol se estaba ocultando. Solo pude admirarla; es la persona más bonita que he visto en toda mi vida, fácilmente podría ser una Diosa o una semidiosa.
—Princesa.
—¿Sí? —Alza la vista en busca de mis ojos.
—Usted es hermosa —espeto sin pensar claramente en mis palabras.
Alzó sus cejas y abrió sus ojos como si fueran dos vrencos plateados, antiguos y con plantitas incrustadas en su imagen. Giró sobre sus talones de nuevo para ocultar su rostro, yo reí por lo bajo a sabiendas de cómo se iba a tornar rojizo. Me acerqué cuidadosamente para no molestarla, me paré a su lado y admiré el campo que plantó con sus propias manos.
—También esto es hermoso, un trabajo que demuestra su esfuerzo con todos los colores que hay aquí.
—Pronto varias se van a secar, otras se van a cerrar para descansar y una que otra se abrirá para el verano —me señala, tocando una pequeña flor a su alcance.
—Entiendo, por favor algún día enséñeme todo lo relacionado con esta práctica tan preciosa —le pido admirando su belleza, levantó la cabeza para mirarme y yo regresé mi vista a la paleta de colores.
De reojo logré verla sonreír de oreja a oreja, accedió a enseñarme y me platicó uno que otro dato acerca de las flores.
—¿Cuál es su florecita favorita? —le inquiero interesada.
Tomó mi mano y me guio entre las plantas, este lugar es muy grande y para que ella haya estudiado cada una me parece increíble.
—Se llaman orquídeas, siempre serán mis favoritas y ninguna la podrá remplazar —remarca segura.
Se detuvo y yo hice lo mismo en cuanto alcancé sus pasos, se agachó sobre sus pies para quedar al mismo nivel de esas flores y acarició tiernamente sus pétalos.
—Son estas, hay tantos colores que no los tengo todos aún.
La observé pensativa, la imagen de aquella florecita que tiene mi profesor como un recuerdo vino a mi mente.
—¿Existe el color azul en esa especie?
—¡Sí!, hay varios, uno es un azul muy suave y el otro es brillante —chilla emocionada—. ¿Por qué la pregunta?, que es muy correcta.
—Un recuerdo.
Siguió regalándoles su atención mientras yo admiraba todo lo que hizo y está haciendo, suavemente las acariciaba y les hablaba con amor. Ella no está enferma, solo está encerrada entre paredes tan frías y columnas tan estrictas que ser rebelde es su respuesta ante esa restricción. Regresa a un punto donde se encontraba porque eso es lo único que puede hacer, no conoce nada nuevo y no puede olvidarse de ello porque es en lo único que puede pensar libremente. El pasado.
—Su majestad, ¿vendría conmigo a dar un paseo fuera del castillo? —la cuestiono aun sabiendo la respuesta.
Giró su cabeza, casi rompiéndose el cuello, y me miró perpleja.
—¿Qué cosa? —me pregunta anonada.
—¿Saldría conmigo a explorar el reino que algún día le va a pertenecer? —le inquiero de nuevo tragándome las risas por su acción.
Se levantó estrepitosamente para abalanzarse sobre mí, esta vez no me caí pero si retrocedí unos pasos por el tambaleo. Me abrazó cálidamente y me suplicó que lo hiciera.
—Por favor, te lo pido, sácame de este lugar —me pide en una voz temblorosa.
—Así lo haré, su alteza —concluyo para descansar mis dos manos sobre su espalda superior en respuesta de su abrazo.
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El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Historical FictionMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...