Siglo XVII, 1697, 6 de agosto
5:39 A.M.«Caliente», pensé, cobrando conciencia desde el abismo de mis sueños.
Es la primera vez que duermo tan plácidamente en el castillo, ningún mal sueño me atormentó ni nada externo me despertó. Intenté dar un respiro profundo pero mi pecho pesaba... demasiado.
Me tallé los ojos con el dorso de mis manos, la luz del cielo se colaba por la ventana por lo que pude ver claramente la figura de la princesa sobre mí. Nuestras piernas se entrelazaban, arriba de todas las sábanas y cobijas de la cama, y su cuerpo descansa sobre el mío. En mi pecho reposó su cabeza, peiné sus cabellos que picaban mi rostro para no estornudar o hacer algo parecido, y su respiración era suave y superficial.
Repasé mi cuerpo, como cualquier otro día, en busca de algo extraño que invadiera mi salud mientras perdía la mirada en el techo colorido de constelaciones de la princesa. Pude notar que mi brazo estaba entumecido además de que no podía respirar bien, también me duele la cabeza pero eso ya se me quitará después.
En un solo movimiento seguro y definitivo giré hacia la derecha para dejar a la princesa debajo de mí, puse mis antebrazos a los costados de su cabeza y me apoyé de mis rodillas para no descansar sobre ella. La miré dormir unos segundos y a la par de alejarme me abrazó por el torso con sus dos manos, estiré los brazos hacia la cabecera y me incliné hasta dejar mi cara en su colchón para no despertarla y que no sintiera mi inquietud por su acción. Sentí como rodeó con sus piernas mi muslo y resoplé por su movimiento, pensé en cómo salir de esta posición tan extraña y por mientras me deleité con el perfume natural que desprendía su cabello.
—Dabria, me tengo que ir —le susurro al oído sutilmente.
Sonrió por el tacto de mis palabras airosas en su piel mas no se despertó. Hundí mi cara en su pertenencia real más suave y descansé solo mi torso sobre su cuerpo ya que he estado ganando peso, también he notado cómo mi carne se llena desde dentro hacia afuera para darme un volumen en específico; he crecido en todos los sentidos de la palabra.
—Mavra —susurra la princesa dormida.
—¿Estarás soñando conmigo? —le pregunto suavemente al colchón, sin esperar una respuesta.
Giré mi cabeza hacia su rostro, la luz que se colaba por su ventanal creaba un contraste en su cara que me permitía admirar varias de sus facciones. Su nariz es de punta afilada, su labio inferior es el más carnoso y tiene unas mejillas rellenas que son perfectamente redondas, además de que en esta posición su doble mentón se asoma.
Me reí por lo bajo porque se ve muy inocente y de paso admiré su belleza. No tardó en aflojar su agarre hacia mí, me deslicé entre sus brazos hasta bajar por su pecho para escapar pero de nuevo me enredó entre ellos. Apretó mi cabeza contra ella, tapando mi nariz con uno de sus brazos y la tela de su vestido, para dormir profundamente. Ahora es más raro.
Me rendí por lo que me quedé sobre ella con mi cabeza siendo rodeada por dos relieves provenientes de su pecho, mis caderas fueron encadenadas por sus pequeñas piernas y yo solo pude abrazarla desde su cintura para hacer de mi posición más cómoda. Cerré los ojos e intenté dormir un rato más.
El tiempo seguía corriendo y la princesa no despertaba, apuesto a que ni siquiera han pasado varios minutos y yo ya lo estoy sintiendo como una eternidad. Puse atención a los latidos suaves de su corazón, es extraña esta cercanía que tenemos pero que a la vez es tan distante. Escondí mis pies debajo de todas las sábanas que casi se caían de la cama, la princesa se aferró más fuerte a mis caderas con sus piernas y ver la diferencia entre nuestro tamaño me hizo sonreír.
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El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Ficción históricaMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...