Después de ese encuentro estrepitoso le pedí al sirviente que me llevara al comedor real, también le pedí direcciones sobre esta nueva sección. Me explicó que esta era una zona de hospedaje, aquí están las recámaras para los invitados y hasta el fondo del castillo se encontraba la torre donde está la habitación de la princesa. También me dio a conocer varios pasillos ocultos que solo los sirvientes tenían permiso a acceder y que ellos hacían mucho más fácil el traslado de un lado a otro.
—Señorita, si me permite preguntar, ¿a quién estaba espiando cuando la encontré? —me inquiere dudoso el sirviente.
—Es una larga historia, ¿conoce o ha escuchado hablar del caballero de la princesa?
—Me temo que no, no lo suficiente, he escuchado acerca de su búsqueda mas no más que eso.
—Entiendo, para actualizar su información ya lo reclutaron. No hace mucho encontraron al caballero y por orden del rey aún no se puede presentar con la princesa. Es extraño pero se podría decir, para que usted me entienda, que quiere hacerlo formalmente, de la manera correcta y sin causar mucho disturbio; ya sabe cómo es la princesa —le explico.
—Sí, creo que puedo entenderlo un poco —declaró pensativo—. Espere —espeta sospechando al instante—, no me diga que era la princesa a la que estaba espiando. —Caminamos a pasos alargados y comencé a reconocer estos caminos.
—Sí y yo soy el caballero.
Después de esa confesión el sirviente se disculpó por la informalidad que había usado conmigo pero le aclaré que no tenía que preocupase por nada. Le agradecí por llevarme hasta el comedor y lo despedí amablemente, entré y mirar al rey sentado en la cabeza de la mesa no me agradaba mucho.
—Domènech, llegas a tiempo —anuncia el monarca.
El mayordomo me abrió un lugar en la mesa y fui a sentarme, miré al rey nerviosa en un intento de tragarme lo que acaba de pasar. Reposó su sien sobre sus dedos y su codo lo apoyó en el soporta brazos de su pequeño trono, me comí mis labios y miré hacia otro lado para no verle la cara. Un suspiro salió de su nariz, ese simple movimiento lleno de ondas repasó cada esquina de este salón para marcar su nombre dorado en todas las paredes, cerré los ojos un momento para calmar los latidos de mi corazón pero unos pequeños pasos a lo lejos me lo impedían. Esa presencia se acercaba, imponía poder al igual que el rey, miré su sombra por debajo de las puertas y al mismo tiempo que se abrían yo me escondí debajo del comedor. Todas las sillas logran esconderme, pero si viene hacia acá no tengo manera de ocultar mi calor y tampoco cuento con mucho espacio para moverme más lejos. Se acabó.
—¿Qué haces aquí, hija? —inquiere el rey.
—Sé que estás ocupado, padre, pero vi a alguien no hace mucho que creo y no pertenece al castillo, estaba merodeando cerca de mi habitación.
—¿Cómo era la persona?
—Sospecho de alguien que ya he visto antes, pero era joven y tenía el cabello más oscuro que las noches nubladas de este lugar. —Un suspiro corto y rápido por parte del rey, en señal de risa, se le escapó.
—Ya veré qué hago, tal vez sea una rata asquerosa que entró al castillo sin darme cuenta, pronto me conocerá.
Tragué aire de forma pesada y le sonreí nerviosa a la nada. La princesa caminó hacia el rey y tomó lugar a su lado, logré moverme un poco pero un movimiento en falso y provoco una catástrofe bajo la mesa.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te está yendo? —le pregunta alegre, después de que el mayordomo se alejara.
—Estoy ocupado.
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El Caballero de la Reina I [La Infancia]
Ficción históricaMavra es una pueblerina que vive en la capital de la nación Vreoneina, Cos d'or, el cementerio de los más valiosos minerales y piedras preciosas. Con un pasado confuso vive bajo el manto de aquellas personas que considera su familia, aquella que se...