Capítulo. LVII

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Advertencia de contenido no apto para todo público.

Siglo XVII, 1697, 27 de agosto
16 horas después del atentado.

Abrí mis ojos, o lo intenté, despertando de mi eterna pesadilla. Mi párpado derecho pudo abrirse mas el izquierdo no cedió, impidiéndome ver bien. Moví mi cabeza de un lado, buscando algo inexistente.

—Dabria —mascullo, casi solo moviendo los labios.

En seguida una sombra se acercó y reincorporó mi cabeza sobre la superficie en donde estoy recostada. Levanté mi antebrazo tembloroso y herido, observé mis dedos vendados siendo sostenidos rectamente por pequeñas varillas de algún material fuerte, y la sombra tomó mi mano. Me llamaban a lo lejos, pero aún no comprendía qué estaba pasando.

¿Por qué no puedo despertar del todo? ¿Qué me impide poder levantarme?

—Dabria —repetí de nuevo en voz baja, pero no sé por qué la nombraba.

—¡Mavra! —Se escucha más claro mi nombre.

Abrieron mi párpado derecho a la fuerza y claramente observé la cara preocupada de mi profesor, sus ojos hinchados y su figura alborotada solo me dejan saber que tuvo un mal día.

—¡Mavra, por favor despierta!

Mi vista tembló, haciendo turbia su imagen y con ello desapareciendo a esa persona tan querida para mí. De su figura resurgió un hombre nuevo, uno completamente diferente que yo reconozco a la perfección.

Apreté su mano devuelta pero con mucha más fuerza, levanté mi torso de la superficie e intenté golpearlo.

—¿Dónde está la princesa? —le pregunto entre dientes y con rencor, dejándome caer en la superficie plana.

La sombra siguió hablando y yo me quejé a gritos por el dolor.

—Princesa... Princesa... —digo para mí misma entre dientes.

Tosí y me doblé por el dolor que creaba al tensar los músculos de mi espalda y abdomen. Escupí hasta que el líquido se tornó carmesí, la sombra preocupada me reincorporó en la superficie y yo la miré con odio.

—¡¡No me toques!! —le digo fuerte y claro, para retorcerme del dolor y seguir tosiendo.

Apreté mi puño derecho intacto frente a mi pecho y gruñí, gruñí recordando todo lo que pasó y el porqué estoy aquí.

—¡¿Dónde está la princesa?! —le grito a la sombra.

Esta brincó en su lugar por la sorpresa y se acercó a mí de nuevo, me llamaba pero mi nombre se escuchaba tan lejos que no parecía mío.

—¿Dónde está Dabria? —le pregunto en un susurro para cerrar los ojos de nuevo.

Desperté parada en medio de un pasillo, cubierta por una fuerte armadura plateada y con una espada inmensa en la mano. El reflejo de la luna sobre el ventanal hacia refulgir mi armadura, la observé bien hasta que otra cosa capturó mi atención.

Una figura grande, poderosa y siniestra estaba parada en las oscuridades del pasillo, aquellas donde la luz de la luna nunca podría alcanzar por más que se moviera. El contraste brillante detrás de él hizo que se remarcara como una sombra filosa.

Negó con su cabeza en desaprobación y yo jadeé asustada, es el hombre de mis sueños.

—¡¿Quién eres?! —le grito, sorprendiéndome más por mi capacidad de hablar que por el tono de mi voz tan seguro.

—Despierta —dice con su voz grave.

—¿¡Quién eres?! —le inquiero de nuevo alzando la espada, como si fuera una pluma, entre nosotros.

El Caballero de la Reina I [La Infancia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora