Capitulo 3

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Lunes, siete de la mañana y suena mi alarma, señal de que ya empieza mi rutina diaria. La que tanto odio.

Apago la alarma y me levanto para dirigirme a la ducha y hacer mi rutina de cada dia a partir de ahora. Me ducho, me lavo los dientes, peino, visto y bajo a desayunar.

Una vez bajo veo a mis hermanos ya desayunando.

— Buenos días– saludo dirigiéndome donde se encuentran.

— ¿Quieres tortitas?– me pregunta Lucia.

— No– me siento en la barra frente a ellos – ¿Que tal acabó la barbacoa de negocios?

— Creo que le fue bien – responde Alex.

— ¿Por cierto como te fuiste a casa?

— Izan me encontró, se ofreció a llevarme y obviamente dije que sí.

— No que te caia mal– habla Lucia.

— Sí, y sigo creyéndolo. Solo que como se ofreció no iba a decirle que no – tomo un sorbo de zumo de naranja. – Todavía no lo he visto desde ayer en la tarde.

— No entiendo porque discutís tanto.

— Si, si, como sea pero vamos tarde– dice Lucia saliendo de la cocina. Alex y yo solo la seguimos – Faltan veinte minutos para las ocho hasta que caminemos se nos hace tarde.

Lucia es muy puntual, no le gusta llegar tarde y menos a sus clases. Yo creo que tiene una obsesión con la puntualidad.

— Lucia, tu lo has dicho, faltan veinte malditos minutos todavía– me siento en el sofá–. Estamos a diez minutos del instituto. Si quieres vete, yo iré después.

— Esta bien, adios.

Pensé que iba esperarme al menos unos minutos, pero no, se fue. No se parece nada a mi, yo soy totalmente diferente, llego tarde a todo lo que no me interesa.

Alex me acompaña por lo menos. Aunque no sea mi hermano, se parece mucho mas a mi en este aspecto y en muchos más.

Ya faltan diez minutos para entrar y aunque me encante llegar tarde, necesito llegar puntual al menos hoy. Pues es el primer día.

— Ayer escuché vuestra discusión– dice mientras caminamos.

— Alex– llamo su atención.– Tu sabes perfectamente que papá los prefiere a ustedes antes que a Lucia y yo. Pero ni tú ni Diego tienen la culpa, que el sea algo retrasado no es nuestro problema.

— Lo se, pitufa– ríe.

Nos damos un abrazo. Al fin y al cabo el no tiene la culpa de nada.

— Deja de llamarme así, que aquí la grande soy yo.

— Solo por los  años, porque de altura me parece que lo son todos menos tu.

Bueno no se equivoca, entre el y yo el parece el grande por estatura y por todo.

Vamos llegando al instituto y Alex tiene su brazo alrededor de mis hombros, cuando alguien me sorprende.

— ¡Hola! – me saluda una voz chillona, Andrea– ¿También vas a este colegio?– va agarrada de la mano de izan.

— Em... si– digo obvia –, desde siempre.

—Que bien, nosotros somos nuevos este año– lo que me faltaba la parejita de la barbacoa aquí.

— Que bien, bueno me tengo que ir.

Alex se queda con ellos y yo me adentro al edificio, a lo lejos veo a mi hermana con su amiga y un niño que no reconozco. Estoy buscando a mi castaña favorita cuando siento unas manos en mi cintura.

Por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora