Capitulo 26

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Sabia que algún día acabaría arrestada pro alguna tontería, pero no creí que tan temprano. Estoy en la cabina de teléfono de la comisaría, debo llamar a alguien, pero no me sé el número de nadie.

— ¿Eres la hija de John Collins? – me pregunta el policía de guardia.

— ¿Tienes su número? Es que no sé a quien llamar.

Se que sería de muy cara dura pedirle ayuda a él, pero es el único número de teléfono que me cayó del cielo.

Después de tres pitidos responde–: ¿Diga?

— ¿Podrías hacerme el favor de contactar a mi madre? Me arrestaron y eres el único número que encontré para llamar.

— Deberías quedarte allí por lo menos un mes, así aprendes– ruedo los ojos, tampoco le estoy pidiendo mucho, no le estoy diciendo que me saque o pague mi multa o lo que sea que debo hacer para salir –. Me apuesto que andas drogada ya.

— Solo intenta ayudarme contactando a mi madre, no te pido nada más.

Se acaba mi minuto y dudo que lo haga, pero no pierdo nada teniendo la esperanza de que mi mamá aparezca a sacarme de este lugar. Entro a la asquerosa celda en la que nos metieron y a Ian ya lo están sacando al ver que el no hizo nada ilegal.

— Dile a Izan que le diga a Alex que le diga a mi mamá o a su papá que me saquen– le pido a Ian.

— No entendí.

Maldito borracho.

— Solo dile a Izan que me ayude.

Asiente y se va, no sin antes darme un beso en la frente como suele hacerlo.

Es un asco este lugar, huele a humedad y no hay camas, pondré una hoja de reclamación en cuando salga.

— ¿Podrían dejarme fumar mi dosis antes de dormir?– dice Miguel aferrándose a las barras, pero nadie responde, da miedo este lugar.

— Te arrestaron por llevar maría ilegal y la andas reclamando– medio me burlo.

Se rinde cuando no recibe respuesta, y pasamos toda la noche hablando. A las seis de la mañana su mamá viene a sacar a Miguel, está muerta del enfado, le toca pagar 5,000 dólares de multa por una pequeña bolsita. No quiero saber cuales son mis condiciones para salir.

Ahora estoy sola, se que John ni se inmutó en contactar a Abigail y solo espero que Izan haga algo. Pasa media hora cuando me vienen a buscar, al salir veo a mamá, Braulio y Alex. No se ven enfadados, mamá se ve preocupada y los otros dos parece que les de risa mi caso. Yo no le veo ni una pizca de gracia, capaz ahora estaré por un tiempo en la cárcel.

— ¿Me van a llevar a una cárcel de verdad?– pregunto preocupada.

— Si– dice Alex, pero me niego, prefiero ser prófuga a estar encerrada.

— No asustes a la niña– se queja Abigail –. Solo se paga la multa y ya.

Respiro hondo, por un momento me la creí. Mi madre hace un par de llamadas, habla con el jefe de la comisaría y por fin puedo salir. Le doy las gracias a los dos, porque sé que el papá de Alex pagó la multa.

Vamos a comer a un restaurante mientras les cuento cada detalle del incidente, y me tranquiliza tanto que se lo tomen como anécdota.

— Respóndele al pobre hombre– dice Braulio cuando ve que rechazo todas las llamadas de Izan –. Estaba preocupadísimo por ti, no dejaba de hecharle la culpa al hermano.

— Pues que siga sufriendo, se lo merece– en el fondo quiero y necesito escuchar su voz y estar bien con el, pero él tiene que venir a mi esta vez.

El domingo pasa tranquilo, en la mañana la paso tomando el sol en la piscina, y en la tarde acompaño a Carmen a comprarse un lindo atuendo para una de sus tantas citas. Izan sigue insistiendo con llamadas y mensajes como "Ya estás en casa, ¿te hicieron algo? ¿Te encuentras bien?". Si buscara la forma de verme seguramente todo el enfado que tengo se me va.

Por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora