3. La Realeza

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Ritmasen resultó ser un internado bastante peculiar. No es como que conozca otros internados para compararlo, pero para lo que yo esperaba, era muy peculiar.

Estaba el Castillo, que era donde yo ya había estado, además de que era el edificio central, ahí estaban todas las oficinas, de profesores, directivos, ayudantes, etc. Además de que se encontraban los dos salones principales donde se hacían las asambleas de los lunes por las mañanas.

Lo sé, un martirio.

También estaba el comedor, la enfermería y la sala de visitas, ya que por lo que me contaron las chicas se permitía que familiares vinieran a visitarnos cuando quisieran, siempre y cuando avisaran a dirección.

Después estaban las residencias, que eran los cinco edificios que ya había visto. Y por último, a la derecha del castillo estaban los salones de clases, por lo que me dijeron, este internado solo aceptaba a alumnos a partir de los trece, por lo que tampoco eran tantos los cursos que había.

Ahora lo interesante recaía en los alumnos, había hijos de reyes, grandes políticos, futuros líderes, presidentes, etc. De hecho, una de las habitaciones individuales de mi edificio residencial era ocupada por una rusa que tenía papis adinerados.

La otra habitación nadie sabía quién la utilizaba, pero decían que podía ser alguna princesa europea.

Lo que sí me advirtieron las chicas fue que me cuidara de La Realeza, cinco chicos más calientes que el sol, palabras de Victoria. Y no es que fueran de la realeza, al menos no todos, dos eran príncipes, uno de Grecia y otro de Bélgica, los otros dos eran hijos de ricachones y uno el hijo del presidente de Polonia. Pero eran conocidos así por su gran estatus social dentro de los alumnos y por ser superiores al resto de los simples mortales.

Si me preguntan a mí, están un poco sobrevalorados, aunque no los conozca, sé que están sobrevalorados, es decir, ¿a quién se le ocurrió llamarlos La Realeza?

—Bueno y con eso termina el recorrido —me dijo Elisa cuando llegamos a las canchas de fútbol—. Una última cosa, aquí no hay chicas malas, o como le quieras llamar, nadie tiene el tiempo para tolerarlas, así que si eres una, simplemente déjalo porque no vas a llegar muy lejos, el internado tiene una política de cero acoso escolar y se respeta.

¡Vaya! En mi antiguo colegio hubo un serio caso de abuso escolar a tal punto de que la chica a la que molestaban se suicidó, pero al colegio le valió madres y no hizo mucho al respecto.

—Tengo una duda —todo me había quedado muy claro, pero había algo que todavía no me tranquilizaba—. ¿Quiénes son los chicos de La Realeza? Quiero decir, me dijeron que me mantuviera lejos de ellos, pero ¿cómo voy a hacerlo si no los conozco?

Mercedes me miró con una cara de compasión, como si fuera una niña a la que le acaban de quitar un dulce.

—Vas a saberlo cuando los veas, créeme, nunca andan de a uno y parecen dioses griegos, aunque uno de ellos prácticamente lo es —Victoria me respondió antes de irse con Mercedes.

Luego de eso volvimos a la habitación donde desempaqué mis cosas y guardé mi ropa. Me tocó la cama de la izquierda, que para mí mala suerte tenía una de las dos ventanas de la habitación, lo bueno, es que tenía una hermosa vista a los jardines traseros.

***

A las siete de la mañana empezó a sonar mi alarma, era lunes y por consiguiente mi primer día de clases, pero estaba agotada. Anoche hablé un rato con mis tíos y luego me quedé hasta más tarde hablando con Fede, me puso al día de lo que estaba pasando con el resto y luego le comenté de lo que era el internado.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora