15. Mentiras justificadas

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Eros

Debí haber usado protección ¡Debí haber usado protección!

Sé que Dorian me dijo que estaba bien, pero no lo estaba, había un sinfín de razones por lo cual lo que hice no estaba bien.

Primero, me vine dentro suyo, no sé si ella tomaba anticonceptivos, por lo cual corríamos el gran riesgo de que pudiese quedar embarazada, y eso no era bueno. Siempre podía tomar la píldora del día después, pero era su cuerpo, no la iba a obligar a hacer tomársela si no quería.

Segundo, la fricción, estábamos en el agua, por lo cual la lubricación natural de ella prácticamente había desaparecido, y tampoco tenía el preservativo, por lo cual el roce de nuestra piel debió de haber sido doloroso para ella. No me dijo nada, pero eso no significaba que no le hubiese dolido.

Y tercero, era su segunda vez ¡Por dios! Era prácticamente virgen, no merecía hacerlo en el agua con poca lubricación y con el riesgo de quedar embarazada, ella merecía hacerlo en una cama de algodón rodeada de girasoles, y con un ambiente romántico, ¡pero no!, tenía que dejarme llevar por LA calentura del momento y follarla tan despreocupadamente.

¡Maldición! Me consideraría con suerte si ella decide volver a hablarme.

Después de eso la acompañé a su edificio, y me despedí de ella, no parecía enojada conmigo, pero tenía el presentimiento de que si lo estaba, ¿cómo podía ser tan irresponsable?

Me dirigí a mi departamento, el cual compartía con los otros chicos. Este era el último piso del edificio O, que después de haber movido un par de influencias habían podido unificarlo y volverlo un mini departamento privado, consistía en un baño, una sala en común y cinco pequeñas habitaciones, una para cada uno.

Subí en el ascensor y me dirigí directo a mi habitación, supuse que los chicos seguían en la fiesta, por lo cual aproveché de llamar a mi hermana, que en estos momentos se encontraba viajando por Australia.

Al segundo tono su rostro apareció en mi pantalla.

—Mi chiquitito —ese maldito apodo que me había puesto cuando era chico—. ¿Cómo estás?

—Calliope, ya te he dicho que no me llames así —le regañé, podía ser mayor que yo, pero eso no le daba el derecho a llamarme así.

—Cuando seas un adulto dejaré de llamarte así, ahora dime en qué estás, y porque estás todo mojado —ella estaba sonriendo.

El recuerdo de Dorian alrededor mío en la piscina, y como se siente estar dentro de ella vino a mi cabeza y no pude evitar esbozar una sonrisa.

—¿Estabas con una chica? Mi niño está tan grande.

—Si me vas a molestar te corto —la amenacé.

—Pero si eres tú el que me llamó —empezó a moverse con el celular.

—Sí, porque no me llamaste hoy, Calliope, es, o bueno, fue mi cumpleaños y no me felicitaste —la verdad no estaba enojada con ella, me daba lo mismo si me saludaban o no para mi cumpleaños, pero sabía que ella se sentiría mal si se lo recordaba, y era mi misión como hermano molestarla.

—¡Imposible! Tu cumpleaños es el seis de septiembre, y hoy estamos... —la pantalla se pegó, diciendo que ella había cambiado de aplicación, supuse que estaba viendo el calendario—. Ya es siete ¡Se me olvido tu cumpleaños! Mi chiquito perdóname, y feliz, feliz cumpleaños.

—No creo que sea capaz de perdonarte—fingí dolor.

—Vamos Eros, prometo ir a verte lo antes posible.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora