31. Mírame

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—¿Puedo sólo levantarme un poco el polerón? —le pregunté en voz baja.

—¿Si sabes que ya te he visto desnuda antes cierto?

—Sí, pero es distinto —aseguré yo.

—¿Por qué? —Nikolai estaba buscando sus materiales pero me dedicaba miradas rápidas.

—Porque nos encontrábamos en otra situación, estábamos calientes y haciendo cosas.

Cuando dije eso Nikolai dejó de hacer lo que estaba haciendo y me dedicó toda su atención.

—Bueno, si eso es lo que necesitas —se acercó a mí y me dio un beso en los labios.

Empezó a bajar sus besos a mi cuello, lo lamió, chupó y besó provocando un gemido de mi parte. Tomó el borde de mi polerón y empezó a levantarlo. Se separó unos segundos de mí para quitármelo por completo.

No me opuse, qué caso tenía retrasar lo inevitable.

Estaba desnuda bajo el polerón, así que una vez que lo tiró al suelo sus besos fueron directo a mis pechos. Dedicó su atención a mi pecho izquierdo y luego al derecho. Mordió mi pezón y luego continúo besando.

—¡Diooos! Tus pezones son preciosos.

Su comentario me hizo ruborizarme. Retrocedí unos pasos y traté de cubrirme con los brazos, pero Nikolai me los tomó para evitarlo

—No te he dicho que te cubras.

Lo miré a los ojos. Era muy mandón sobre mi cuerpo. Acercó una banqueta y la colocó detrás mío.

—Sé que me permitiste pintar sólo tu estómago, pero ahora te pido, te ruego que me dejes pintarte los pechos —me tomo los hombros y me sentó en la banqueta.

—No lo sé, Nikolai —le respondí algo dudosa—. Es algo incómodo lo que me pides.

—Te prometo que no —empezó a arreglar sus pinturas—. Lo he hecho un millón de veces y si bien al principio es algo más incómodo, enseguida se pasa.

Lo pensé unos minutos. ¿Pintar mis pechos? Una cosa es que me los besé o apriete cuando estamos calientes, pero otra cosa muy distinta es que él tenga su mirada y completa atención en ellos por varios minutos mientras los pinta.

—Déjame partir y si no te sientes cómoda, lo dejamos —se paró enfrente mío, pincel en una mano y paleta de madera con pintura en la otra.

—Está bien —accedí, tenía que empezar a probar cosas nuevas.

Me dio una mirada de alivio y empezó a mezclar pintura. Cuando vi que se acercaba con un pincel a mi cuerpo cerré los ojos, pero nunca sentí el pincel en mi piel.

—¿Por qué cierras los ojos? No es como que vaya a quemarte —me dijo con exasperación—. Abre los ojos —me ordenó.

Le hice caso y al hacerlo pude encontrarme con su penetrante mirada.

Esta vez mantuve mis ojos abiertos y fijos en el pincel mientras lo acercaba a mi cuerpo. Cuando sentí el contacto con mi piel solté un pequeño gemido porque se sentía frío contra mi piel caliente.

—No hagas esos ruidos, pequeña liebre, que me distraes.

Solté una carcajada.

—Es que se siente frío —alegué.

Siguió pintando y como me había prometido, en unos minutos ya no me sentía incómoda. Nikolai mezclaba pintura, luego la llevaba a mi cuerpo y yo lo miraba con una sonrisa. Hacía caras tiernas mientras pintaba.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora