17. Mi cuerpo, mis reglas

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Sus manos bajaron a mis caderas y con cuidado me ayudó a ponerme encima de él, nuestros labios nunca separándose.

—Dorian —me dijo con la respiración entrecortada—. Quiero más de ti.

No le respondí con palabras, en cambio solté unos botones de mi blusa para darle más acceso, él no dudó en llevar sus besos a mi cuello y poco a poco bajar hasta llegar a mis pechos.

—Nikolai —gemí.

Primero le dedicó atención a uno, como estaba sin brasier podía morder y chupar sin cuidado mis pezones, y eso me ponía a mil, los tenía muy endurecidos con su atención.

Bajó su mano lentamente hasta llegar a donde iniciaban mis jeans, con cuidado metió su mano dentro de ellos y puso su mano en mi entrepierna sobre mis braguitas.

—Ya estás mojada —me dijo con una voz ronca que solo me calentó más—. Y tan solo con un par de besos.

Corrió mis bragas y sentí el contacto de sus dedos sobre mi parte hipersensible, provocando que soltara un gemido.

—Te voy a dar dos opciones —separó su rostro de mi cuerpo y me miró a los ojos— O terminamos esto acá, o vamos a la cabaña.

Metió un dedo dentro de mí y yo fui incapaz de mantener mis ojos abiertos.

—Mírame cuando te hablo —introdujo otro dedo.

Abrí mis ojos, pero con el entrar y salir de sus dedos en mí, se me estaba haciendo muy difícil mantenerlos abiertos

—Ni... Nikolai —gemí—. Ter... termina acá —le supliqué, incapaz de moverme de este lugar.

No esperé a que le dijera nada más, introdujo un tercer dedo, haciendo que me retorciera de placer. Entraba, salía, entraba, salía. Estaba cerca de llegar al orgasmo. Él volvió sus labios a mis pechos, esta vez dirigiéndole la atención al pezón derecho.

No aguanté más, y me vine en sus dedos mientras gemía su nombre, pero él no cesó en su movimiento, al contrario, los volvió más acelerados y bruscos.

—Me encanta como tus paredes se contraen en mí —me besó la boca—. ¿Crees que puedes venirte de nuevo en mis dedos?

Todavía no terminaba de recuperarme de este orgasmo y ya quería otro?

—Nikolai, creo que deberíamos volver —no quería volver, pero no quería que apareciera alguien y nos viera.

—¿Enseguida? —quitó su mano de mi entrepierna y con un paño que tenía en su bolsillo limpio sus dedos.

—Si, tenemos que volver —empecé a cerrar mi blusa—. Alguien podría vernos, además tengo cosas que hacer.

—Muy bien —pasó mis piernas por su cadera y mis brazos por sus hombros—. Sujetate firme.

—¿Qué?

No me dejó terminar y se levantó conmigo agarrada de él. Cuando ya estuvo erguido me tomó de la cadera para soltarme y me dejó parada frente a él.

—Entonces, nos vamos.

Me tomó de la mano y nos alejó de la plataforma para parar en donde estaban sus materiales, yo llevaba el cuadro en una mano y él tomó la caja. Empezamos a caminar de vuelta al internado.

Caminamos un par de minutos en silencio hasta que llegamos a los edificios residenciales.

—La próxima vez no me voy a detener —me advirtió antes de separarse y dirigirse a su edificio.

Yo entré a mi edificio y me dirigí a mi habitación. Cuando entré, Elisa seguía durmiendo, así que aproveché para esconder el cuadro. Sabía que si lo veía me preguntaría al respecto y yo no quería responder.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora