50. ¿Estás celoso?

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¿Qué me gusta?

Uff, eso sí que está difícil.

Bueno no totalmente, después de todo me conozco, pero jamás había estado en esta situación donde tenía que hacer una lista con cosas que me gusten.

Me senté en el pequeño escritorio que había en nuestra habitación con un lápiz en la mano y la hoja que me había dado Murcia. A ver, cosas que me gusten...

1. Leer.

2. Pasar tiempo con mis amigos.

3. Viajes nocturnos con buena compañía.

4.

Era incapaz de pensar en cualquier otra cosa, pero decidí dejar mi esfuerzo hasta ahí, después de todo tenía toda una semana para poder hacerlo, ya lo haría cuando algo se me ocurriese.

Tomé mi celular y sin pensarlo dos veces salí de mi habitación, mientras le escribía un mensaje a Ramón.

DORIAN:

¡Hola Ramón! ¿En qué andas?

RAMÓN:

Agg, estoy tratando de entender la materia de química, pero creo que me rindo.

DORIAN:

¿Seguro? Si quieres te puedo ayudar

RAMÓN:

Naaa, prefiero invertir mi tiempo en algo que me haga mejor persona.

Me reí ante ese mensaje, no podía negar que su lógica era bastante cierta, la química, probablemente no lo iba a volver mejor persona.

DORIAN:

¿Quieres hacer algo para divertirte entonces?

RAMÓN:

SI a cualquier cosa que me saque de moléculas orgánicas y sus malditos nombres.

DORIAN:

Muy bien, ¿qué sugieres?

RAMÓN:

Lo que sea, espérame en la entrada del Castillo en diez minutos.

Volví a entrar a mi pieza esta vez para buscar algo con que abrigarme, las temperaturas ya habían empezado a bajar considerablemente y si hacíamos algo al aire libre prefería estar abrigada. Decidí bajar por las escaleras ya que tenía tiempo, y así podría decir que hice ejercicio en el día.

Cuando llegué al Castillo, Ramón ya estaba ahí esperándome y llevaba un gorrito de lana azul que lo hacía ver muy tierno, además iba con un polerón que se veía muy abrigador y unos jeans.

—Se ve que tienes frío —me burlé de él mientras se calentaba las manos con el aliento.

—Es que hace mucho frío, no sé como tú no te estás congelando.

Volví a ver mi atuendo, llevaba unos vaqueros y una camiseta azul, mi polerón lo tenía amarrado en la cintura para más tarde.

—Anda que yo estoy perfecto, quizás más tarde me de más frío.

—Da igual, ahora vamos a ir a la ciudad así que mi auto va a estar calentito —pasó uno de sus brazos por el mío y empezamos a caminar hacia el estacionamiento donde estaba el auto de Ramón.

Nos metimos al auto y lo primero que hizo fue encender el aire caliente y luego colocó música desde su celular.

—¿Alguna canción que quieras escuchar en especial, Dorian? —me dedicó una mirada esperando una respuesta de mi parte.

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora