40. Gossip Girl

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Media hora. Media hora estuvimos en silencio mientras yo me tomaba el té. El estómago ya me había dejado de molestar hace varios minutos, el té en realidad me lo había terminado hace quince minutos, pero no quería decirle a Eros ya que se iría, y aunque no estuviésemos conversando me agradaba su compañía.

Sí, tenía un millón de preguntas formuladas en mi cabeza, pero no sacaba nada con preguntarle si no iba a ser capaz de responder algo coherente, mucho menos si tenía alcohol en su cuerpo.

—Dorian —tenía sus manos en la mesa y su cara apoyada en ellas, así que me miraba con cara de perrito—. Sé que te terminaste el té hace quince minutos, también sé que tiene muchas preguntas, así que por qué no me las haces.

Claramente póker face yo no tenía.

—Prométeme que me vas a responder aunque sea una pregunta de forma decente.

—Prometo poner lo mejor de mi parte.

Muy bien, este era mi momento, él me iba a responder, ¿pero que le preguntaba? ¿Cuál de todas las preguntas que tenía elegía?

—¿Qué es lo que te he hecho? —antes de que pudiese responderme decidí agregar algo más—. Y no me digas muchas cosas, porque eso ya lo dijiste. Yo quiero saber específicamente, ¿qué te hice?

Se irguió en su puesto y me dedicó una mirada severa, parecía estar pensado qué me iba a decir, quizás por fin lograse una respuesta decente por parte de él.

—Cuando llegaste, se puede decir que activaste algo en este internado, y no solo tú, todos los alumnos nuevos lo hacen, es solo que esta vez fuiste la única nueva, muy extraño si me preguntan a mí. Yo estoy harto de todo eso, no me gusta asistir a Ritmasen, pero mi familia me obliga, sí quiero a mis amigos, pero al mismo tiempo necesito una pausa de ellos, sus tradiciones no van conmigo, pero de nuevo, no puedo simplemente salir de ella.

Ahora sí entendía un poco de él, no sé por qué era así conmigo, ni de qué le había hecho, pero sí de sus actitudes, siempre más callado, no participando de las fiestas, o inclusive cuando lo conocí, que estaba despotricando en los jardines del internado.

—Sé que es difícil de entender, pero se me fue entregada una vida que nunca quise y a la que no puedo renunciar y tú, tú eres una de las personas que son capaces de alegrarme y al mismo tiempo dañarme.

¿Tanto poder tenía yo para él? Tomé sus manos en las mías y con el pulgar le empecé a hacer cariño.

—Eros, lo siento mucho.

—No lo sientas, eres lo más bonito que me ha sucedido en mucho tiempo y realmente me gustas, pero hay veces en las que es mejor no actuar.

—¿A qué te refieres?

—Da igual —se soltó de mi agarre y se levantó de la silla—. Buenas noches, Dorian, ya es hora de que vuelvas a tu habitación.

Empezó a dirigirse a la salida del comedor pero a medio camino se detuvo y se dio media vuelta para verme.

—Solo te pido que no me odies cuando todo esto termine.

Quise preguntarle a qué se refería con eso último, pero se fue más rápido de lo que mi cabeza pudo procesar sus palabras.

Me quedé unos minutos más pensando en todo lo que me había dicho, prácticamente me había vomitado información, y mucha, el problema es que era información o incompleta o poco clara, y no sabía como llegar a una conclusión de todo lo que me había dicho.

Pero lo último que me había dicho, "solo te pido que no me odies cuando todo esto termine". Eso es lo que más me había complicado. ¿A qué se refería con eso? ¿iba a hacerme daño?

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora