53. Mykonos

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Nada como viajar en primera clase. Tuvimos que viajar en un vuelo comercial porque la hermana de Eros estaba usando el avión privado, pero no me quejaba, viajé muy cómoda y con buena compañía.

Fue un viaje directo por lo que después de varias horas aterrizamos en Mykonos. No tuvimos que buscar nuestro equipaje debido a que alguien, de los que trabajaba para la corona griega, lo haría por nosotros, así que simplemente nos fuimos al auto que nos llevaría al hotel donde la hermana de Eros celebraría su cumpleaños.

El viaje al hotel fue increíble, las vistas acá eran preciosas, la arquitectura, la gente, todo, llevaba apenas unos minutos aquí y ya no quería irme nunca más.

—Dorian, vas a tener que dejar de arrugar la nariz —me pidió Eros, sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? —dirigí mi vista a él que estaba sentado junto a mí y vi que tenía una sonrisa en la boca.

—Cada vez que te pones nerviosa arrugas tu nariz, no sé cómo lo haces, pero es algo muy tierno.

Apenas lo dijo llevé mis manos a mi nariz para taparla, no era consciente de que hacía eso, jamás nadie me lo había dicho, así que naturalmente no lo había notado.

—No tienes por qué estar nerviosa, no es como que te esté presentado como mi novia —apartó su vista de la mía y miró por la ventana a las casa y personas que íbamos dejando atrás.

Lo miré con los ojos super abiertos, aún más nerviosa que antes, pero él no pareció notarlo, al menos no hasta que volvió la vista a mí.

Iliotrópio, no te preocupes por favor, y olvida eso último que te dije —me tomó la mano que tenía en la nariz y me dio un beso en ella—. Si te hace sentir más tranquila hoy podemos tener el día los dos solos y mañana te presento a mi hermana y sus amigos.

—Okay, creo que eso me gustaría.

No es que me ponga nerviosa conocer a gente, claro, no es mi fuerte, pero tampoco me pone incómoda, mi problema en este momento era que iba conocer a la hermana de Eros, un familiar directo, además de que ella es una princesa e íbamos a estar con todos sus amigos.

Llegamos al hotel y Eros se dirigió rápidamente a la recepción para ver qué pieza nos habían asignado.

—Muy bien, tenemos la habitación 42 —se acercó a mí mostrándome dos pares de tarjeta—. Una para el iliotrópio —me entregó una de las tarjetas.

Me tomó de la mano y luego nos dirigimos a la que sería nuestra habitación, en ese pequeño trayecto no pude evitar no fijarme en la hermosa decoración que tenían los pasillos, unos cuadros y fotografías de Grecia realmente preciosas, y pequeñas mesas que tenían unos ramos de flores preciosos.

Eros abrió la puerta de nuestra habitación y quedé sin palabras, era magnífica. Amplia, con una hermosa vista al mar, una decoración con colores entre balcón y celeste claro, tenía una cama King, dos mesitas de noche, una a cada lado, además tenía un espacio que servía como una especie de sala de estar con un sillón y dos sillas individuales. El baño también era enorme con una bañera de hidromasaje y una ducha, el lavabo era doble y más elegante de lo que me podría haber imaginado.

—Esto es como un sueño —dije disfrutando la vista.

—El sueño aquí eres tú iliotrópio —Eros, que entró después de mí, pasó sus manos por mi cintura y apoyó su cabeza en mi hombro.

—Eso fue extremadamente cursi —me reí.

—Lo fue, ¿no? —me dio un beso en el cuello—. ¿Y si mejor te digo que ahora podemos hacer todo lo que no podíamos en Ritmasen?

Besos de una mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora